Cuando era más joven leía muchas revistas, me interesaba tener una visión condensada de las cosas, de forma inconsciente me quería comer el mundo a puños; ya había leído algunos libros infantiles, pero la primera lectura de largo aliento me encontró algo así como a los quince años.

Recuerdo que iba con mi madre en el super, y en la sección de libros vi las obras selectas de Homero; a la voz reiterada de <<¡Cómpramelo!>>, mi madre terminó por aceptar y gastó más o menos como sesenta pesos. Conocí la Ilíada (la Odisea, debo admitir, la leí muchos años después, porque ese primer encuentro con aquel gigante fue un gran golpe). No recuerdo si en ese momento entendí mucho o poco, o nada, de lo verdaderamente importante de aquel maravilloso poema; pero en la cabeza se me quedó la idea de la inmortalidad, el hombre que trasciende la vida a través de sus acciones para habitar la eternidad sin un cuerpo: han pasado milenios y el gran héroe Aquiles sigue y, seguramente, muy a mi pesar, cuando yo no esté, él seguirá. Cuando entré a la preparatoria, me encontré con El retrato de Dorian Gray; no sabía mucho de literatura, ni de visiones al respecto para basar algún criterio, ni siquiera sabía que se trataba de una historia que involucraba una suerte de dopplegänger, estaba en cero; sin embargo, pude intuir esa necesidad del hombre por permanecer, una especie de búsqueda de eternidad, pero ahora no se trataba de habitar en el recuerdo; había un factor físico. Una especie de inmortalidad del cuerpo. Claro que, como es bien sabido, Dorian Gray muere durante el enfrentamiento con su Sombra (por decirlo de alguna manera), y sólo es identificable por el anillo en su mano.

Con el paso del tiempo vinieron lecturas que entrarían en una de las figuras de la Sombra (arquetípicamente hablando) por excelencia. Hoffman, Stoker, Polidori, Dumas, Goethe, Matheson, Rice, Ajvide y Meyer me presentaron el siguiente punto de la inmortalidad; el monstruo más domesticado por el ser humano: el vampiro.

En la actualidad mi visión del vampiro me hace pensar en la teoría evolucionista de los dinosaurios.

En la actualidad mi visión del vampiro me hace pensar en la teoría evolucionista de los dinosaurios que, de ser criaturas feroces y/o imponentes, pasaron a ser aves. Y todo mundo puede pensar en salir corriendo para salvar la vida de aquellos grandes reptiles, pero la situación se torna completamente cómica si de lo que se corre es de una gallina. Más o menos, literariamente, la evolución del vampiro genera la misma idea.

Cuando era más joven leía muchas revistas, me interesaba tener una visión condensada de las cosas, de forma inconsciente me quería comer el mundo a puños; ya había leído algunos libros infantiles, pero la primera lectura de largo aliento me encontró algo así como a los quince años…

El Vampiro. John Polidori
El Vampiro. John Polidori

Hay antecedentes de El vampiro (escrito en 1816 y publicado hasta 1819), de Polidori; sin embargo, este es el primer texto que tiene importancia para introducir la figura del vampiro. Se dice que está inspirado en Lord porron, pero eso no es lo importante, sino que aquí el vampiro deja de habitar el folclor y de ser un simple muerto viviente, más vivo que muerto y rodeado por las leyendas previas que llevaron a procesos de exhumación y condenas religiosas. Aquí, Polidori, con su vampiro aristocrático, inaugura el género del vampiro romántico.

Para finales del mismo siglo aparece Stoker, con Drácula (1897), hablando de un ser condenado, pero con poderes oscuros y demoniacos; es un vampiro que incluso puede cambiar de forma (como en la tradición balcánica), y que posee poder sobre el clima y algunas criaturas “malignas” como las ratas y los lobos. El mismo vampiro puede incluso salir de día, aunque su poder está disminuido, pero no ha abandonado sus orígenes; tan no los ha abandonado que, el conde, necesita estar en su tierra para recuperar su poder, y en su viaje a Londres carga con cajas llenas de ésta.

Casi sesenta años después, aparece Matheson; claro que antes de él la figura del vampiro seguía existiendo, y no dejaba de ser un seductor que mora en las sombras, que está maldito y se encarga de robar la esencia de las personas para alimentarse con ella (energía o sangre). Pero uno de los saltos evolutivos interesantes, literariamente hablando, viene con el autor de Soy leyenda (1954), donde la figura del vampiro es examinada con minucia, con ojo clínico; un personaje que es el último hombre sobre la tierra; atormentado por la soledad, se dedica a desentrañar el misterio del vampiro, y se da cuenta que todo se trata de un bacilo que mata al huésped y a la vez le da energía; que se reproduce por medio de esporas; esto explica el porqué el sol los mata y las balas no (ya que el bacilo segrega un líquido pegajoso capaz de sellar las heridas; aunque las estacas sí funcionan pues impiden que la herida selle); la infección ataca a muertos y vivos y los transforma en vampiros, o en algo así como vampiros zombies. Matheson logra desmitificar todas las creencias del vampiro y explicarlas científica y psicológicamente (por ejemplo la no reflexión es una ceguera histérica, y la cruz funciona con los vampiros cristianos y la Torá con los judíos); el vampiro es un enfermo, pero, más importante aún, ya no es un ser condenado por potestades divinas o demoniacas.

Casi dos décadas más tarde llega otro salto cualitativo…

Casi dos décadas más tarde llega otro salto cualitativo: el vampiro, literariamente hablando, se atreve a contar la historia desde su propia voz. Hasta antes de Anne Rice con Entrevista con el vampiro (escrito en 1973 pero publicado en 1976), todos los hematófagos eran criaturas de las que se hablaba o a las que se hacía referencia; ella deja que Louis, el personaje principal de la primera novela (no de la saga), cuente su propia historia. El vampiro no es un condenado, su origen no es divino ni demoniaco y, más importante aún, conserva su humanidad. El vampiro, en Anne Rice, es una especie de superhombre que tiene al mundo entero por presa y, lo único que nos salva de no ser devorados por la sed de estos monstruos (cada vez más humanos, o mejor dicho, menos demoniacos), es la autoconciencia. Claro que el sol sigue afectando; pero crucifijos, ajos, oraciones, agua bendita, todas las cosas que tienen implicaciones religiosas, han quedado obsoletas (ya para sus últimas crónicas, Lestat, el personaje principal de la saga, tiene el deseo de ser santo, y en el quinto libro conoce a Dios y al diablo, rompiendo por completo la idea de condena), hasta la educación que mostraban para no entrar a un lugar al que no habían sido invitados deja de existir para el vampiro que crea Rice; incluso si el vampiro no es lo suficientemente poderoso el sol no lo mata. Además, el vampiro de Rice, posee la característica de que su nivel de seducción aumentó de manera enorme; la mayoría de los lectores terminan fantaseando con volverse vampiros, que son seres de una belleza sin igual y con poderes que sólo se tienen en sueños.

El reinado de Rice duró poco más de veinte años, pero antes de que el dinosaurio se convirtiera completamente en gallina, vino un estadio previo, algo así como las patadas de ahogado; una última mirada a las raíces del vampiro: John Ajvide en Déjame entrar (2004) retoma la tradición folclórica del vampiro para hablar de temas como la prostitución, el Bullying, y la pedofilia. Su vampiro es una criatura de doce años, que lleva doscientos existiendo y que no puede entrar si no es invitado de antemano. Esta figura, andrógina, remite al ángel (quizá más hacia el ángel de la guarda) tanto por sus características físicas como por el papel que desarrolla en la novela, y deja en agonía el terror que pudiera causar el monstruo chupasangre que mora en las sombras. Ajvide es el último en mostrar al vampiro como una criatura de la noche.

En 2005 llega Meyer, quien hace una reinterpretación del vampiro. Claro que sigue siendo una criatura de capacidades sobrehumanas; pero su vampiro puede ingerir otras cosas que no sean sangre, su vampiro no le teme a la luz porque pueda ser destruido, sino descubierto. El vampiro dejó de ser monstruo y se volvió un “hada” con piel de diamante que evita el sol porque muestra su verdadera naturaleza luminiscente. Es un vampiro que ha decaído, un inmortal que se ha traicionado a sí mismo, que ha roto el vínculo, casi por completo, con sus antepasados. Es la Sombra que dejó de ser Sombra, la inmortalidad burla de la inmortalidad, una mera caricatura, pues. El dinosaurio que se volvió gallina. C2

 

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