Mucho se ha escrito acerca de lo que significa ser mexicano. Figuras tan destacadas como Octavio Paz han elaborado profundas reflexiones sobre este asunto, el cual, hasta donde yo entiendo, sigue siendo un problema no resuelto.

Lo que sí es seguro es que en dicha cuestión mucho tienen que ver los mitos fundacionales de nuestra nación. Prueba de esto es lo paradójico que suena el dicho popular que dice que: “la conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles,” a pesar de que tiene mucho de cierto.

El ejército de Hernán Cortés difícilmente sumaba 2 mil soldados. Hubiera sido materialmente imposible para ellos doblegar al poderoso imperio azteca sin la participación de guerreros provenientes de los numerosos pueblos que los aztecas tenían sojuzgados. Igualmente, la colonización del norte del país y el sometimiento de las tribus bárbaras que ahí habitaban fueron llevados a cabo por ejércitos indígenas, comandados por oficiales españoles.

Es justo reconocer como mexicanos a personajes como Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón y José Joaquín Fernández de Lizardi.

Por otra parte, el dicho de que la Independencia fue obra de los españoles se debe no sólo al hecho de que los militares que encabezaron las tropas insurgentes fueron criollos en su mayoría (es decir, españoles nacidos en el continente americano), sino también a que fueron los criollos quienes en gran medida forjaron, durante la Colonia, el sentimiento de identidad nacional. Por citar un ejemplo, el mito guadalupano, que es considerado por muchos como nuestro mito fundacional por excelencia (el mismo Diego Rivera decía que él era ateo, pero guadalupano), fue fuertemente auspiciado, si no es que creado, por los criollos. En ese sentido, es justo reconocer como mexicanos a personajes como Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón y José Joaquín Fernández de Lizardi. Pues aunque fueron súbditos de la Corona Española y murieron antes de que México fuera una nación independiente, contribuyeron a dar forma a  nuestra identidad nacional. Sin embargo, los científicos novohispanos no han merecido la misma suerte.

Podemos afirmar que la ciencia moderna en México es hija del movimiento positivista.

Es cierto que la ciencia mexicana es muy joven. Podemos afirmar que la ciencia moderna en México es hija del movimiento positivista, introducido en el país por Gabino Barreda. Las escuelas de educación superior que dieron origen a la UNAM y al IPN, así como los institutos de ciencias y artes de los que surgieron muchas de las universidades estatales, fueron fundados bajo la influencia del positivismo. Sin embargo, aunque los científicos novohispanos fueron muy pocos y no fueron capaces de crear una tradición científica nacional que perdurara hasta nuestros días, no merecen (en mi opinión) el olvido en el que los tenemos. Soy de la creencia de que los científicos mexicanos contemporáneos deberíamos reconocernos sucesores de personajes como José Antonio de Alzate y Carlos de Sigüenza y Góngora, por citar sólo un par. Si uno ahonda en sus biografías encontrará no pocas similitudes con la situación de la ciencia mexicana actual. Verbigracia, dichos personajes fueron destacados hombres de ciencia, reconocidos por sus pares en Europa, que hicieron aportaciones científicas importantes. Pero la ausencia de una masa crítica imposibilitó que crearan escuela. Hace relativamente poco supe de uno de estos pioneros de la ciencia en México, el naturalista José Mariano Moziño, y a él quisiera dedicar el resto de este artículo.

José Mariano Moziño fue el primer científico importante en estudiar la Columbia Británica.
José Mariano Moziño fue el primer científico importante en estudiar la Columbia Británica.

José Mariano Moziño fue el primer científico importante en estudiar la Columbia Británica. En 1792 acompañó a Francisco de la Bodega y Quadra en un viaje de expedición a la isla de Nutka (cerca de Vancouver), y en 1793 escribió el libro en español más detallado de todo el siglo XVIII sobre dicho territorio: Noticias de Nutka, que habla de su descubrimiento, situación y producciones naturales, sobre las costumbres de sus habitantes, gobierno, ritos, cronología, idioma, música, poesía, pesca, caza y comercio de la peletería, con la relación de los viajes hechos por los europeos especialmente españoles y del convenio ajustado entre éstos y los ingleses. El trabajo publicado en este libro constituye a su vez el primer estudio antropológico de la mencionada provincia.

“Nuestra residencia de más de cuatro meses en aquella Isla,” –escribió–, “me facilitó informarme de algunas de las costumbres de sus naturales, de cuya religión, y sistema de gobierno, creo haber sido el primero que ha recabado las noticias posibles, después de haber aprendido de su idioma lo preciso para mantener con ellos algunas conversaciones.”

Aunque probablemente Moziño exageró su habilidad para aprender el idioma en cuestión de meses, su inmersión en la cultura Nuu-chah-nulth fue de gran ayuda para las negociaciones de los españoles con el jefe Maquinna durante la crisis de Nutka; en la que, alrededor de 1790, ingleses y españoles arreglaron su disputa sobre la posesión de esas tierras.

Ellos creían que el creador venía por segunda vez, y temían que fuera para castigar los pecados de la gente.

Moziño entendía el lenguaje suficientemente bien como para verificar la anterior visita de Juan Pérez al estrecho de San Lorenzo (de Nutka), en 1774. “Al principio, la vista del barco llenó a los naturales de terror, y aún ahora testifican que se llenaron de miedo desde el momento en que vieron la ‘máquina’ gigante en el horizonte, que poco a poco se aproximaba a sus costas. Ellos creían que Qua-utz [el creador] venía por segunda vez, y temían que fuera para castigar los pecados de la gente. Tantos como pudieron se escondieron en las montañas, otros se encerraron en sus chozas, y los más aventurados se acercaron en sus canoas a examinar más de cerca la gran masa que había salido del océano. Se acercaron timoratamente, sin atreverse a abordar, hasta que, atraídos por las señales amistosas de los españoles, abordaron el barco e inspeccionaron maravillados los nuevos y extraordinarios objetos que les fueron presentados. Recibieron muchos regalos y en agradecimiento le dieron al capitán algunas pieles de hurón.”

Moziño notó que Nutka no era una palabra nativa, y supuso que el capitán Cook había malinterpretado la palabra nut-chi, que significa montaña. También fue el primero en mencionar la práctica de la poligamia entre los indígenas de la costa noroeste, así como en reportar los ritos asociados con el parto, la fertilidad y la sexualidad. “Tan pronto como dan a luz, corren hacia el mar y nadan con gran resolución. Lo que es más extraño es que si el padre del recién nacido es un tais [jefe], tiene que encerrarse en su choza, sin ver el sol ni las olas. Tiene miedo de ofender a Qua-utz, quien podría dejarlos sin vida, a él y a su hijo, en castigo por su pecado… Los nombres se cambian con la edad, y cada uno se celebra con tanta magnificencia como el primero… Tan pronto como el flujo menstrual aparece por primera vez en una joven, celebran de la misma manera, y su nombre es cambiado también. Si por casualidad ella es hija del jefe principal de los taises, esta proclamación ocurre en el mismo día. Estuvimos presentes para felicitar a Maquinna por la primera menstruación de su hija Izto-coti-clemot, quien antes se llamaba Apenas.”

Moziño nació de padres españoles en el pueblo de Temascaltepec, en 1757.

Moziño nació de padres españoles en el pueblo de Temascaltepec, en 1757. En 1774 ingresó al Seminario Tridentino en la ciudad de México. Se recibió en teología escolástica y ética a la edad de veinte años, y se casó con doña Rita Rivera y Melo Montaño en 1778. Posteriormente se mudó a Oaxaca para enseñar en el seminario local. Inconforme con la atmósfera provinciana, regresó a la ciudad de México para concluir sus estudios de medicina en la Real Universidad Pontificia; simultáneamente estudió matemáticas en la Real Academia de San Carlos. Moziño sobresalió en todos los campos. Obtuvo el grado de Doctor en Medicina en 1787, y después ingresó al Real Jardín Botánico, donde fue el mejor estudiante. Junto con su compañero José Maldonado, recolectó y nombró cientos de especies de plantas para Martín Sessé, director de la Real Expedición Botánica a Nueva España. Él, Maldonado y el artista Atanasio Echeverría fueron seleccionados para unirse a la expedición del capitán Bodega y Cuadra, que llegó al estrecho de Nutka el 29 de abril de 1792.

Moziño describió abiertamente la naturaleza de la relación entre los españoles y los nutkenses; registró que los españoles “los insultaban todo el tiempo, maniataban a algunos, a otros los herían, y no fallaron en matar a muchos.” También notó que los aborígenes del estrecho de Nutka y sus alrededores eran “consumidos por la sífilis rampante que nuestros marineros habían dispersado entre ellos.”

Una copia del manuscrito de Noticias de Nutka —el original está perdido— fue recuperada en México en 1880, sin dibujos, y fue republicada en 1913 con un tiraje mínimo. Se sabe que existen otras copias en Paris, en Madrid, en la Universidad de Yale y en una colección privada. La versión del manuscrito que se encuentra en la Universidad de Yale se titula Relación de la Isla de Mazarredo y tiene muchas notas y alteraciones introducidas por el escriba. La versión publicada en la Ciudad de México en 1913 fue traducida al Inglés y editada por Iris Higbie Wilson, un historiador de San Diego, con varias figuras añadidas.

Formalmente entrenado en medicina, teología y botánica, José Mariano Moziño Suarez de Figueroa también escribió sobre cuestiones médicas y filosóficas. Junto con su mentor, Martín Sessé, escribió los libros Flora Mexicana y Plantae Novae Hispaniae, ambos publicadas por la Sociedad Mexicana de Historia Natural.

Ilustración de un Quiscalus palustris de la obra Real Expedición Botánica a Nueva España de José Mariano Mociño. Dicha especia está extinta.
Ilustración de un Quiscalus palustris de la obra Real Expedición Botánica a Nueva España de José Mariano Mociño. Dicha especia está extinta.

Después de su estancia en Nutka, Moziño fue formalmente contratado por la Real Expedición Botánica a Nueva España y realizó varios viajes; investigó el Volcán de Tuxtla, cerca de Veracruz, en el sudeste de México, y posteriormente viajó a Guatemala y otros sitios de Centro América. En los inicios de 1800, los expedicionarios se disponían a viajar a España con sus manuscritos y la versión inicial de Flora Mexicana que contaba con más de 2 mil dibujos incompletos, en tanto que 400 estaban solamente delineados en borrador. Moziño deseaba embarcarse a principios del año 1803 pero primero tuvo que iniciar la defensa legal de su divorcio desde Veracruz. Finalmente, se embarcó en la fragata Nueva Mahonesa y llegó a Cádiz el 31 de julio de l803.

Durante los primeros años en España, Moziño ayudó a combatir la fiebre amarilla en varios sitios de Andalucía. Luego, la Real Academia de Medicina de Madrid le admitió como miembro el 2 de mayo de l805 y tomó parte activa hasta septiembre de l812. Francia invadió España en 1908, forzando a Carlos IV a abdicar a favor de su hijo. Cuando los franceses tomaron Madrid, José Bonaparte (hermano de Napoleón), nombró al hasta entonces ignorado Moziño director del Real Museo de Historia Natural, así como profesor de zoología de la Real Academia de Medicina.

Ejemplares de flora mexicana de Sesé y Mociño
Ejemplares de flora mexicana de Sesé y Mociño

Debido a estos nombramientos y por su amistad con médicos franceses, Moziño fue arrestado por los patriotas españoles como traidor cuando los franceses se retiraron de España. En 1812 abandonó la Península, llevando consigo sus manuscritos y dibujos; encontró refugio en Montpellier, donde el botánico suizo Augustin-Pyramus De Candolle reconoció el valor de sus dibujos de plantas y animales. En 1916 Moziño rehusó la oferta de De Candolle de acompañarlo a Génova para clasificar el trabajo juntos:  “estoy muy viejo y enfermo; soy muy desafortunado; llévalos a Génova contigo; son tuyos, y en ti confío su cuidado y mi gloria futura.”

Moziño recibió permiso para regresar a España en 1817; contactó a Candolle y le pidió que le devolviera su trabajo. El naturalista suizo rápidamente contrató artistas para que copiaran los dibujos y bocetos. Cansado y enfermo, Moziño sólo pudo llegar a Barcelona, donde murió el 9 de mayo de 1819. El herbario de la expedición, con más de 4 mil plantas llegó a Madrid en 1820. Los más de 2 mil dibujos se quedaron en Barcelona hasta 1981, cuando el Hunt Institute adquirió la colección original de ilustraciones botánicas y zoológicas de Moziño. Flora Mexicana y Plantae Novae Hispanae (los dos sin láminas). Se publicaron hasta los años 1888 y 1893, respectivamente, en México. C2

 

Referencias:
  • Joseph Mariano Moziño Suarez de Figueroa, Noticias de Nutka (Guatemala: Gazeta de Guatemala, 1803 Volume VII, 1804 Volume VIII)
  • Joseph Mariano Moziño Suarez de Figueroa, Noticias de Nutka (México: Sociedad Mexicana de Geografía, 1913). Editado por Alberto M. Carreño.
  • Joseph Mariano Moziño Suarez de Figueroa, Diccionario de la lengua de los Nutkenses (México: Sociedad Mexicana de Geografía, 1913). Editado por Alberto M. Carreño.
  • Joseph Mariano Moziño Suarez de Figueroa, Descripción del volcán de Tuxtla (México: Sociedad Mexicana de Geografía, 1913). Editado por Alberto M. Carreño.
  • Joseph Mariano Moziño Suarez de Figueroa, Noticias de Nutka: An Account of Nootka Sound in 1792 (Seatle: McClelland & Stewart, 1970; reprinted by University of Washington Press in 1991). Translated and edited by Iris Higbie Wilson
  • Xavier Lozoya, Plantas y luces en México: La Real Expedición Científica a Nueva España, 1787-1803 (Barcelona: Ediciones del Serbal, 1984)
  • Héctor Gómez Vázquez, Viaje interminable de un naturalista (México: Academia Mexicana de Ciencias-Instituto Politécnico Nacional, 2005)

Sobre el autor

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3. Investigador titular en

Físico de formación, biofísico y biomatemático de profesión, científico por vocación, y con interés por la filosofía y la historia de la ciencia.

POR:

Físico de formación, biofísico y biomatemático de profesión, científico por vocación, y con interés por la filosofía y la historia de la ciencia.

2 Comentario

    • Rosa M Herrera -

    • 24 febrero, 2016 / 15:15 pm

    Muy interesante. La historia intrínsica de la ciencia y de las vicisitudes científicas son muy valiosas. Gracias

    • Luis Gerardo Mercado Uribe -

    • 24 febrero, 2016 / 12:53 pm

    Es artículo bastante interesante, por lo cual; coincido con la importancia acudir a la memoria de estos personajes, que junto con otros como Riva Palcio, Horacio Barreda, Justo Sierra hasta llegar a Edmundo O Gorman dejaron honda huella en la ciencia, las humanidades y otras disciplinas en México.

    Feliciades.

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