Una cuidadosa lectura de la encuesta Deloitte (2014) nos da datos y conclusiones bastante interesantes sobre los “millennials” (generación milenio).

Los “millennials”  hacen uso intensivo de las redes sociales.

Por ejemplo, confirman que hacen uso intensivo de las redes sociales, que son optimistas acerca de las condiciones económicas en general, y que son más positivos acerca de las motivaciones y el comportamiento de las organizaciones. No entraré en detalles sobre sus hallazgos, pero aludiré a los datos obtenidos por el Pew Research Center, que muestran un panorama más complejo y no tan optimista como el de la encuesta Deloitte.

Ser un miembro de lo que se ha denominado “millennials”, no necesariamente significa que su vida es más fácil que las generaciones previas. En realidad, para ninguna generación que se la clasifique o no con determinadas letras (X, Y, Z), lo es.

Las investigaciones indican que un miembro promedio denominado Gen Y, es experto en tecnología y se ha desarrollado de manera sostenida en su participación en las redes sociales. Pero, el miembro promedio Gen Y ha crecido en un mundo que de una u otra manera ha retrocedido. Es más difícil que nunca comprar una casa y el mercado de trabajo es un campo minado. Incorporarse a éste revela que hay un espacio microscópico para progresar, y además no es un ambiente de apreciación. Incluso los jóvenes tienden a permanecer más tiempo viviendo con sus padres.

En el mundo europeo la estabilidad laboral fue el Santo Grial de los padres de la nueva generación, y con eso vinieron los beneficios de la seguridad financiera, la propiedad de la vivienda y un coste de vida relativamente asequible.

Los niveles de competencia para los millennials en la vida laboral son enormes.

De hecho, los inicios en la vida laboral fueron relativamente más fáciles que para cualquier generación anterior, debido a la relativa estabilidad y la riqueza que los padres podían ofrecer. Pero los tiempos han cambiado y, a pesar de que actualmente hay niveles cada vez más altos de empleo, la calidad de los puestos de trabajo disponibles es muy baja. Los niveles de competencia para éstos son enormes debido a la expansión masiva del sector universitario, saturando el mercado con los graduados. Distorsiones que se han instalado en los países latinoamericanos.

Ya no hay existe un sistema en el que, si se trabaja duro, se obtiene un título profesional, con una posibilidad alta de encontrar trabajo. Encontrar puestos de trabajo estables es hoy en día bastante complejo y relativo, por lo tanto, el ideal de cosechar los frutos de nuestros esfuerzos ha dejado de ser algo que podemos asegurar como altamente probable. El contrato social se ha roto.

¿Para qué trabajar tan duro como nuestros padres?

Son muchos los comentarios que uno recibe sobre la generación milenio, uno de ellos es que hacen lo mínimo, que el trabajo les importa mucho menos que el disfrutar sus vidas personales. Tal vez ellos han tomado conciencia de la siguiente pregunta: ¿para qué trabajar tan duro como nuestros padres por una recompensa sustancialmente menor? Además, esa falta de recompensa es una falta de reconocimiento, independientemente de que se inventen fórmulas como la “felicidad en el trabajo”.

La realidad europea revela un malestar profundo que aflige a muchos jóvenes. Carecen del sentido de ser agentes de cambios profundos en la sociedad. Una mayoría siente que no puede afectar el mundo que les rodea o su futuro, un fuerte contraste con sus homólogos estadounidenses.

La mitad o más de los “millennials” creen que el éxito no está bajo su control.

Aproximadamente la mitad o más de los “millennials”, en seis de las siete naciones de la Unión Europea, encuestadas por el Pew Research Center, creen que el éxito en la vida está bastante determinado por fuerzas fuera de su control. Esto incluye 63% de jóvenes alemanes e italianos y 62 % de jóvenes griegos y polacos (los británicos fueron la excepción, con sólo el 37% de los 18 a 33 años de edad están de acuerdo con esa declaración.) Por el contrario, un poco más de cuatro de cada diez jóvenes estadounidenses (43%) comparten esta opinión.

Tanto en Europa como en Estados Unidos, estas perspectivas no son una cuestión generacional, sino cultural. Los datos estarían indicando que los jóvenes y los ancianos europeos se ven a sí mismos como víctimas del destino, mientras que los estadounidenses jóvenes y viejos se ven a sí mismos con dominio de su destino. Sólo uno de cada cinco “millennials” franceses, uno de cada cuatro “millennials” griegos, y uno de cada tres “millennials” polacos, califican una buena educación como “muy importante para salir adelante en la vida.” En comparación, el 58% de los estadounidenses que envejecen consideran que la educación es necesaria para un futuro exitoso.

Los jóvenes y los ancianos europeos se ven a sí mismos como víctimas del destino.

Se puede apreciar que entre Europa y Estados Unidos hay grandes variaciones sobre la percepción de lo que significa la movilidad social. Todavía no tenemos evidencias claras de lo que pasa con los latinoamericanos. Pero conocemos ya de las distorsiones del mercado laboral.

En síntesis, se hace necesario evitar las extrapolaciones sobre el comportamiento de determinadas generaciones, en especial, respecto a la nueva generación nacida plenamente en un océano de innovaciones tecnológicas.

La generación de estereotipos nunca ha sido útil para el desarrollo de la humanidad.

Se requieren investigaciones profundas de lo que está pasando con nuestros jóvenes, tanto los que llegan a la Universidad como los que no llegan. Hay que indagar en qué medida el tener un dominio relativo de las nuevas tecnologías significa de algún modo una ventaja para su empleabilidad y también conocer los prejuicios que podrían estar instalados en las organizaciones sobre ellos.

A un nivel aún muy superficial, he detectado prejuicios asociados a la desconfianza con los jóvenes, verbalizados en términos de que carecerían de una “ética del trabajo”, de que sus actitudes son “hacer lo mínimo y no involucrarse en el trabajo”. Precisamente, a partir de esto, algunas organizaciones han generado el constructo de la “felicidad o bienestar en el trabajo y en la organización”, siendo uno de los factores, el lograr más “engagement” (involucramiento) y el desarrollo de la “apreciatividad”. Desde mi punto de vista, el problema es mucho más profundo y tiene relación con el mundo civilizado (e invisiblemente incivilizado) que le está tocando vivir a esta nueva generación, que de ningún modo es homogénea como algunos aseguran.

Las brechas entre jóvenes pueden resultar más que preocupantes. C2

Sobre el autor

Investigador y escritor. Ha publicado diversos artículos científicos en revista con referato en Chile, Argentina, Perú, Colombia, México, Nicaragua, España; y poemas en la Revista Nagari, Signum Nous (Estados Unidos) Revista Cultural C (México), Revista Ariadna (España), entre otras y diversos sitios en la Web.

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escalante.gomez@gmail.com

Investigador y escritor. Ha publicado diversos artículos científicos en revista con referato en Chile, Argentina, Perú, Colombia, México, Nicaragua, España; y poemas en la Revista...

2 Comentario

    • - -

    • 21 octubre, 2017 / 21:32 pm

    Glip! ¿y qué hacemos los “profes” universitarios?

    • Ana Maria Repetto -

    • 18 agosto, 2017 / 08:04 am

    Coincido con el autor en que las “formas de encarar la vida de los millenians” nos desestructuran a aquellos que hemos crecido con paradigmas distintos. Acuerdo con esta generación en que “hay que disfrutar de la vida”, pero una vida sin esfuerzo ni trabajo, ni empatia por los otros parece ser disfrutable. Excepto en aquellos cuyo perfil sea altamente narcisista. Respeto las generaciones futuras, pero desearía que no fueran tan “ombliguistas”. Felicitaciones al autor por la nota

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