Para Hasam Díaz
y los de Carretera 45 teatro

La historia del teatro pareciera imposible, pues se habla de un arte interdisciplinar; no es reducible sólo a la literatura dramática ni a la actuación, ni a la dirección, escenografía, etc., sino a una perfecta vinculación de las mismas.

Sin embargo y a pesar de la coordinación que exige el teatro para un desarrollo óptimo de una puesta en escena, la mayor parte de esta forma de arte, el momento álgido, es efímero, su existencia aparece y desaparece sin dejar huellas que podamos seguir más allá de los textos y los marcajes escénicos que nos regala el dramaturgo, acaso algún boceto, y lo digo desde la perspectiva de todo el teatro previo al siglo XX en el que ya podemos capturar fotos y hasta video. Es en ese punto del tiempo en el que el dramaturgo se convierte en la única fuente de una historia que se repite siempre diferente aunque siempre con los mismos diálogos.

El dramaturgo es una especie de historiador, incluso en el sentido estricto de la palabra.

Entonces el dramaturgo es una especie de historiador, incluso en el sentido estricto de la palabra, pues nos cuenta algunas veces sobre los usos y costumbres de una época, sus angustias, su visión del mundo y sobre las formas de teatro y lo que les era suficientemente interesante a nivel masivo como para exponerlo en un escenario.

En palabras de Luis de Tavira “ la validez del teatro proviene de su compromiso con la historia”[1]. El drama se construye a través de un conflicto que merece ser narrado; para ello está la historia y las angustias que nos atraviesan como época, como grupo social y como individuo. Ejemplo de lo que digo es William Shakespeare, un ser de teatro en toda la extensión de la palabra: dramaturgo, actor, director y un buen crítico social de su época; sus capacidades actorales y literarias nos han posibilitado tener un acercamiento más íntimo con su visión del ser humano y la complejidad de su naturaleza, pues es de los primeros que dota a sus personajes de una complejidad tal que cobran vida propia. Sus personajes habitan más allá del siglo XX, y no sólo por sus guerras, crímenes y genocidios, sino también por las virtudes y defectos con que los dotó. Estos sujetos que nacen en papel, cobran vida y sentimientos propios. Es imposible no odiar a Ricardo III, pero también es imposible que haya alguien que se declare incapaz de sentir empatía por este hombre en algún momento de la obra.

Hamlet es la antítesis del hombre cualquiera…

Harold Bloom argumenta sobre Hamlet que “es la antítesis del hombre cualquiera: en ese contraste entre el ciudadano común y el artista-intelectual alienado, Hamlet es siempre un ejemplo de lo segundo, como ya apuntó Stephen Dedalus de Joyce”[2]. Por lo tanto Hamlet en su particularidad de artista-intelectual, permite que muchos “meditabundos” se encuentren en él (por pose, ideología, empatía o antítesis)

Shakespeare, en una búsqueda de sobrepasar a Marlowe y de elaborar una crítica de su época, ha alcanzado a tocar fibras sensibles de la naturaleza humana, ha encontrado la complejidad del espíritu y lo ha plasmado en personajes que, a querer o no, terminan siempre reflejando un algo que es muy íntimo. En otras palabras, Shakespeare logra, al entrar en las particularidades del individuo, mostrar la historia de una serie de caracteres y aconteceres en un contexto que representa su contexto y que nos siguen y nos seguirán preocupando y aconteciendo. Con Shakespeare y sus personajes queda claro lo que ya anticipaba Aristóteles en su Poética y que Tavira retoma “El drama es más sabio que la historia, porque la historia sólo narra lo que ha sucedido, mientras que el drama cuenta lo que siempre puede suceder”[3]. Claro que el drama utiliza la historia y los detalles sobresalientes de ésta para crear una obra digna de ser contada, pero va más allá, mientras la historia se limita a describir los sucesos acontecidos, el teatro nos cuenta los acontecimientos con un conflicto básico, podemos entender o al menos conocer a los personajes más allá de la descripción, pues son ellos los que nos hablan y los que nos cuentan la historia mientras la están viviendo-muriendo.

El teatro nos muestra una estructura lógica de un proceso histórico, el espectador se ubica en el receptor de la información y Shakespeare lo vuelve partícipe en varias de las obras, cuando el personaje voltea hacia él y le cuenta sus planes, sus deseos, incluso cuando le pregunta al público sobre su opinión al respecto.

¿Qué decir de las obras dentro de sus obras (metalepsis)?

Logra así Shakespeare y sus personajes un diálogo con el voyeur que se oculta tras una cuarta pared invisible y se da el lujo de mostrarle el proceso por el que tenía que atravesarse en la época isabelina y jacobina para la realización de una puesta en escena.

Todo sujeto que ha trascendido en la historia, lo ha hecho por romper con las estructuras lógicas de su época y Shakespeare también los rompe por un sentido crítico que encuentra cuando lo que estaba buscando era romper con su mayor paradigma: Christopher Marlowe. Así Shakespeare logró pasar a la historia como uno de los mejores dramaturgos con el plus de que personajes como Hamlet, Otello, Macbeth, Romeo y Julieta, etc., sigan contando la historia de la humanidad y que muchos individuos descubramos nuestro lado hamletiano, que muchos seres del siglo XXI nos encontremos en esos paradigmas que la representación teatral mantuvo vivos y el tiempo los volvió arquetipos.

¿Qué es lo que a mí me acontece?, ¿qué me angustia?, ¿en qué consiste la angustia de mi época?

Para escribir buen teatro hoy, es importante acudir a leer a los maestros, a los que ya lo han hecho bien, entender lo que les preocupaba y olvidarlo enseguida para preguntarnos entonces: ¿qué es lo que a mí me acontece?, ¿qué me angustia?, ¿en qué consiste la angustia de mi época? Sólo entonces podremos escribir una historia que, con un poco de suerte, seduzca al público para quedarse sentado en su butaca, seduzca al lector de hoy y a los intérpretes de mañana. Leer a Shakespeare en el Siglo XXI sirve para entender cómo partir de la historia para hacer historia contando una historia.

Así los acontecimientos históricos y las proyecciones históricas que acontecen al complejo ser humano nos sirven a los dramaturgos de la nueva era para desarrollar personajes igual de complejos que los de Shakespeare. Pero eso mi apuesta por una escena que me identifique dentro de un contexto, que me identifique como dramaturga de una nueva época con angustias y alegrías propias que, si tengo suerte, quizá algún día logren conmover, provoquen empatía y apuntando más alto, quizá alguno de mis personajes logre pasar a la historia. C2

Referencias

[1]Tavira, Luis de, Hacer teatro hoy, México, El milagro, 2006, p. 158.
[2] Bloom, Harold, Hamlet: Poem Unlimited, NY, Riverhead books, 2003, p. 138.
[3] Tavira, Luis de, Hacer teatro hoy, México, El milagro, 2006, p. 29

Bibliografía

– Harold Bloom, Hamlet: Poem Unlimited, NY, Riverhead books, 2003.

– Shakespeare, la invención de lo humano, Colombia, Verticales de bolsillo, 2008.

– Luis de Tavira, Hacer teatro hoy, México, El milagro, 2006.

Sobre el autor

Escritora, editora, correctora de estilo y docente. | lafeedeslettres@gmail.com

Correctora de estilo de materiales audiovisuales para Telesecundaria (CREFAL) y Tallerista en la Secretaría de Cultura.

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