Se quitó las plumas,
cubrió los pentágonos de la ventana con cada una.
Dejó que alisara,
con mi lengua de acción milimétrica,
el área de su rombo.
Aleteó como mariposa,
sin sonido,
un caracol áureo nació de su boca.
Para mí ella era una ave indescifrable,
siempre tan hermética,
tan sin coordenadas,
tan espina de palabras.
Me cedió su habitación
como si nunca le hubiera permitido una ecuación a alguien.
La tarde quedó impregnada
de polígonos irregulares;
se limaron las aristas de nuestra vida.
El decorado lució como
un celofán algebraico entre plumas.
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