Si hiciéramos un listado de los personajes más importantes de la humanidad, Leonardo da Vinci ocuparía uno de los primeros lugares. Se pone la piel de gallina cuando uno piensa que el 2 de mayo de 2019 se cumplen quinientos años de su muerte. De origen toscano, murió a los 67 años de edad en […]
Es muy común pensar que un argumento es válido sólo porque tiene una base científica. Ciertamente, el quehacer de la ciencia es buscar explicaciones que den el panorama de la naturaleza más cercano a la realidad, pero este es un trabajo largo y sinuoso.
El 1º de julio de 2018 representa un día relevante en la historia contemporánea de México. Justamente, al final de la jornada electoral se comenzó a manejar el término de “elecciones históricas” en cuanto a que se rompieron varios récords.
La relación del ser humano con la naturaleza es un factor cultural que, desde la visión occidental, se ha caracterizado por ser antropocéntrica, es decir, la humanidad como organismo superior a los demás sistemas biológicos. En esa perspectiva, el mundo vegetal ha sido tradicionalmente colocado como un sistema de organismos inferiores a los animales.
En las últimas décadas una nueva revolución alimenticia está orientándose al uso de herramientas genéticas que proponen cambios vertiginosos en la producción masiva de alimentos.
Buenos y malos no es una clasificación adecuada para los científicos. Entre ambos extremos hay una gran variedad de matices, lo mismo que con cualquier ser humano.
Desde mediados del siglo XIX, los tomadores de decisiones tienen más o menos clara la utilidad de la ciencia en el desarrollo económico de un país, una región o incluso una empresa. Los científicos han logrado proponer soluciones a la demanda de la sociedad para problemas tan nobles como los de salud y la alimentación de la población.
El diésel es un combustible derivado del petróleo, al igual que las gasolinas pero más denso que éstas. En los años 90 tuvo un gran apogeo en Europa para su uso en autos y autobuses.
El francés decimonónico Louis Pasteur (1822-1895) es reconocido a nivel mundial por sus contribuciones a la ciencia. Comenzó su formación académica como físico y químico, pero sus investigaciones siguieron hacia los campos de la microbiología y la medicina.
La fotografía y el cine son dos medios de expresión artística que surgieron durante el siglo XIX como consecuencia de los avances científicos y tecnológicos. Varias décadas después, en un círculo virtuoso, se ha desarrollado y reconocido con amplitud la importancia de las imágenes como un medio para el registro y la comunicación de la ciencia.
Nuestro planeta responde lentamente a los impactos acumulados de las sociedades industrializadas y tecnológicas de los dos últimos dos siglos. Después de todo, 200 años no son nada con respecto de la existencia de la Tierra, estimada en unos miles de millones de años.
En las últimas semanas hemos tenido en México una serie de movimientos encontrados que defienden el concepto de familia desde dos puntos altamente polarizados: uno que defiende la familia nuclear, que consta de un padre, una madre y uno o más hijos, basado principalmente en preceptos morales o religiosos; otro que defiende la pluralidad de familias posibles y reconocidas en la sociedad actual como alternativas a la familia nuclear.
México es un país difícil para hacer investigación científica y tecnológica. No ha invertido nunca más del 0.55 % del Producto Interno Bruto en Investigación y Desarrollo, mientras que en 2012 Brasil invirtió más del 1 % y se encuentran países con grandes apuestas como Japón (3.34 %), Finlandia (3.42 %), Corea (4.03 %) e Israel (4.25 %), siendo la media mundial de más del 2 %.
Una sociedad con cultura científica se reconoce fácilmente cuando se analizan sus medios de comunicación: entrevistas y reportajes en radio, televisión y periódicos, artículos en revistas populares, videos o infogramas en redes sociales, oferta de libros en aparadores.
Quizás todo mundo esté de acuerdo en que la historia del mundo sería distinta si no hubiesen existido los grandes científicos como Newton, Pasteur, Darwin o Einstein. Sin duda, nuestra apreciación de la vida o de la Naturaleza no podría ser la misma que tenemos gracias a sus descubrimientos y teorías. Pero, ¿qué pasa con los científicos que no fueron o no somos tan famosos?
En 1998 inicia una tímida explosión de obras de teatro con temas científicos.
En ese año se estrenó en el Teatro Nacional de Londres la obra Copenhagen, del escritor inglés Michael Frayn. La historia está basada en una reunión histórica en la capital danesa, en medio de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
Nuestro país está carente de científicos. No nos referimos a los científicos que se dedican de tiempo completo y que tienen publicaciones de alta calidad. Sumando a todos sin excepción, México cuenta con poco más de 46 mil científicos, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la […]
El conocimiento científico con una correcta divulgación, podrá permitir que la sociedad esté mejor preparada para tomar sus propias decisiones y exigir condiciones de vida y desarrollo más adecuados para su presente y su futuro.
Si uno revisa un poco los trabajos escritos por los grandes sabios de la antigua Grecia, fácilmente se puede visualizar que hablan un poco de todo. No profundizan en sus temas, ni hacen una separación profunda de su objeto central de análisis con respecto a otras ideas que van apareciendo en el camino. Escriben de la naturaleza o de la humanidad en general…
Sin duda, los avances científicos y tecnológicos del siglo XX han dejado huella en la sociedad contemporánea. No es para menos, desde el surgimiento de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad