Ricardo sabe que no debe quedarse despierto, pues su turno en la clínica comienza a las seis de la mañana.

En una estación como ésta, los días son pesados, llenos de voces y reclamos excesivos de personas que acuden a consulta sin realizar el proceso adecuado para recibirla y sin que su padecimiento, en rigor, sea una urgencia, pese a que insisten en sentirse al borde de la muerte.

Ricardo va a La casa del perro echado al terminar su turno, pues no desea ir a su casa.

Ricardo va a La casa del perro echado al terminar su turno, pues no desea ir a su casa. Imagina, antes de poner en marcha el motor de su auto mientras se fuma un cigarro, que llega a su casa y atiende a Bodeler , quien se acerca parsimoniosamente al verlo para mostrarle su negro pelaje brilloso; entonces enciende otro cigarrillo, se despoja de sus ropas, prepara un sándwich y va a dormir dejando a Bodeler en la sala.

Al llegar a La casa del perro echado, prende un cigarrillo más, se mantiene un rato en el auto y observa la casa. Por fuera le parece sencilla y con la debida atención, en la ventana puede verse un ojo de oro. Lo que le parece más extraño es que la casa, por dentro, siempre se mantiene oscura, pese a que todas las ventanas permanecen abiertas.

Ricardo sube al lugar y encuentra a las mismas personas adentro.

Ricardo sube al lugar y encuentra a las mismas personas adentro. Todas, en círculo, platican cualquier cosa. Son seis, y cuando llega Ricardo se completan los siete. El siete les gusta, y por lo general, al completarse, comienzan a transitar memorias en común pasándose la voz de uno al otro sin orden específico. Después platican y comprenden el preciso instante dedicado a sentir el aroma del tiempo y prepararan una sesión de té y conversan sobre cualquier cosa.

Lucía, Fer, Didi, Armando, Manuel y Alex, las seis sombras a las que Ricardo reconoce, una por una, son las sombras de su cuerpo; éstas saben que el cuerpo de Ricardo es su origen. Están unidos desde hace doce años por vivir en la misma colonia, aunque Ricardo se muda de un sitio a otro por lo que siempre recibe la desaprobación de Alex, quien además, le reprocha su elección de la carrera de medicina.

Sabe entonces que ese es el momento de comer papeles…

Tal vez pasaron dos horas o tres,  Ricardo cree que lleva varios días encerrado en La casa del perro echado, si no sintiera esa urgencia de llegar temprano y en buena condición a la clínica. Sabe entonces que ese es el momento de comer papeles y tiene la oportunidad de parar e irse a su casa, pero no lo hace.

“El cuerpo es una máquina, una máquina perfecta que fue creada para cumplir con un ciclo biológico especifico. Toda persona que camine contra su ciclo se sentirá angustiado y ansioso y creerá que no tiene razón de ser en esta vida”. Dirá Ricardo mientras todos lo observan poner el papel en su lengua.

“No todo es nacer e irse pudriendo con el tiempo mientras nos reproducimos y nos repetimos eternamente. Yo puedo no tener hijos y sentirme completo y feliz”. Replica Alex.

¿Escribir una novela o iniciar algún movimiento político, o apoyarás a la comunidad con algún cuento que hable de la pobreza?

”¿Entonces qué vas a hacer? ¿Escribir una novela o iniciar algún movimiento político, o apoyarás a la comunidad con algún cuento que hable de la pobreza y explique cómo los políticos y empresarios se han apoderado de las personas a través de los medios, o comenzarás una nueva religión que logre devolver la comunión de los hombres con su Dios, o vas a empezar una guerra o a crear androides que realicen las actividades que a las personas les parece odioso hacer? Nadie puede cambiar a un hombre; el ser humano nace dotado con todas sus posibilidades, que poco a poco se van desarrollando a pesar del hombre mismo”

“¿Cómo puedes explicarle a una persona que no tiene noción de las radiofrecuencias, lo que es y qué hace un radio, su funcionamiento; crees que al mostrarle el aparato después de explicarle sus funciones crea que tiene el conocimiento suficiente para que, al escuchar la voz del aparato, la distinga de las voces cotidianas?”

“Es obvio que una persona que no ha tenido contacto con la radio sea una persona que ha crecido olvidada por las maravillas de este tiempo. Aun así, suponiendo que así fuera, dudo que pueda entender la explicación del funcionamiento de la radio. De todas maneras, esa persona podrá distinguir rápidamente la diferencia de las voces y también se dará cuenta que por más complicada que sea la explicación de la radio, ésta será igual al funcionamiento mismo del aparato y el proceso para enviar y recibir radiofrecuencias.”

¿No crees que a alguien le gustaría hacer algo más, algo que a otros no se les ocurriría hacer?

“¿Y tú crees que el aparato en sí es lo mismo que su función, o que su función explique todo lo que es el aparato, crees que sea suficiente con saber el funcionamiento del aparato? ¿Tú de verdad crees que si una persona domina todo lo que la radio puede hacer, sólo lo utilice de una sola manera? ¿No crees que a alguien le gustaría hacer algo más, algo que a otros no se les ocurriría hacer o que no pueden hacer porque desconocen esa otra cosa de la radio, la que fuera?”

“Nosotros no somos máquinas ni somos ondas de radio”

“Así es, Ricardo, nosotros no somos máquinas”.

El silencio los conduce al sendero brusco, el terrible camino de sus propios pensamientos, de sus propias imágenes internas, de sus voces más íntimas. El círculo poco a poco se va deformando, las caras se deforman, y cada uno sigue su camino dentro de sí…

Ricardo abre los ojos. Nada de luz, nada. Frank Zappa suena en el reproductor. Observa en todas direcciones la aterciopelada oscuridad y no encuentra ninguna silueta. Todos se han dispersado dentro de la casa.

En la oscuridad de una casa que parece una sustancia en la que todos habitan, Ricardo enciende el enésimo cigarro, y con cada fumada el ojo de fuego ilumina su rostro. “¿Qué más hay sino todo esto que vemos y que nos mantiene con vida, este cuerpo que se mantiene vivo a sí mismo como una máquina perfecta que ha logrado actualizarse a lo largo del tiempo; o la Tierra misma, que va mudando sus pieles para mantener un equilibrio; el Universo está lleno de elementos, acaso habrá más espacio para la nada, y en todo caso, la nada necesita espacio? Si yo miro algo, aprecio su forma y sus colores y sus olores y todas sus cualidades una por una hasta que puedo conocerlo; ¿si yo buscara de un gato su esencia y dejara de verlo, cómo encontraría entonces su esencia, como podría un hombre ver la nada de un gato?” —Pensaba.

Ricardo mira la puerta que da al balcón y sale mientras observa el cielo. Recorre el horizonte de penumbra hasta llegar al balcón. Ya es de noche y afuera también está oscuro. Entonces se sobresalta por un ruido. Es un gato negro que baja del techo y se acerca a él, camina sigilosamente y parece que con sus movimientos intenta seducirlo. Ricardo observa al gato caminar hacia dentro de La casa del perro echado y sonríe levemente. Estira su mano para acariciar al gato… y el gato desaparece. C2

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