Ciencia

El coronavirus y los rebaños del mundo

A dos meses de que finalice este año tan ingrato, en el que un parásito invisible ha desquiciado al mundo entero y se ha llevado de entre nosotros a más de un millón de personas, la situación no tiene visos de mejorar. ¿Quién no recuerda los primeros días de enero en los que nos enterábamos de que un chino se había comido un pangolín o murciélago -nunca se aclaró bien- y cayó enfermo y murió, no sin antes toserle al mundo los genes que nos tienen así? Se veía tan intrascendente aquel suceso, tan oriental, como en un mundo lejano, que nadie en el planeta se alarmó. Era una noticia de año nuevo como tantas.

Ahora todo parece ciencia ficción; el espacio se encogió, el tiempo se alargó, la vida se transformó.

La contingencia sanitaria golpeó a la economía mundial, miles de empresas pequeñas y grandes cerraron, los países se endeudaron y siguen haciéndolo. De todo ello se lleva un récord, datos no faltan. Algunos patrones empiezan a surgir. Los países del primer mundo, excepto Estados Unidos que se cuece aparte, controlaron la epidemia. Después de algunas semanas de angustioso encierro, sus cuarentenas terminaron y la alegría de sus ciudadanos tuvo un rebrote; la gente salió a las calles a festejar, se juntaron amigos y familiares. En las casas, en los bares y restaurantes, en los parques. Los rebaños que se resguardaron a costa de parar la economía, tenían derecho a celebrar. Tal parecía que se había vencido al virus. Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España…, daban la lección al mundo. No se diga algunos países asiáticos que no se quedaban atrás.

Figura1. Datos tomados de https://covid19.who.int/

 

Pero si la ciencia y la conciencia humana no descansan nunca en la lucha por entender el mundo y sobrevivir en él, la naturaleza siguió su curso. Agazapado el innombrable en su micromundo, en una célula allá y otra acullá, esperaba latente el momento propicio para volver a actuar. Esta vez con más brío. Sin aviso, sin pena ni remordimiento, porque ni cerebro tiene para albergar un poco de moral, atacó con fuerza. Ahora, esos países que lo habían vencido, se enfrentan a la segunda ola después de la relajación de rebaño. Los rebaños humanos somos así, complejos y dinámicos, libres e incrédulos, ansiosos y tercos. Hasta violentos, porque ante un segundo encierro ya se reportan protestas y saqueos. Esta segunda ola europea parece ser más grande. Si el costo económico para frenar la primera fue inmenso (solo en España el PIB cayó 22 %), frenar la segunda puede ser la hecatombe.

En los países del tercer mundo no hubo primera ola. Con armamento más ligero, casi con piedras y palos, nunca pudimos ponerle alto al microbio. El dinero no abunda, la gente no puede aislarse de la forma en que los países ricos lo hicieron, sale a buscarlo para poder vivir. No importa si el mundo está infectado. Así que la economía nunca paró del todo. La ayuda de los migrantes, que con su labor más allá de su terruño enviaban apoyo, fue fundamental. La situación que tenemos en México, Brasil, Chile, India, Colombia… es quizás alentadora… tal vez terrorífica. Los rebaños que habitamos acá somos más alegres, según dicen, pero no hemos salido a festejar nada, porque nada ha terminado. Los datos nos muestran que estamos en una meseta desde hace semanas, una primera ola que nunca bajó, que fue permanente, en la que seguimos guardando la sana distancia, usando tapabocas.

¿Quién entiende a la dinámica poblacional, compleja entre las complejidades de la vida?

¿Quién entiende a la dinámica poblacional, compleja entre las complejidades de la vida? ¿Por qué la epidemia se ha quedado estacionaria? Hay modelos matemáticos, teorías logarítmicas, pero es una maravilla cómo los datos se organizan como ahora, en una planicie. ¿Somos rebaños inteligentes o conscientes?  ¿Logramos una inmunidad de rebaño al cansancio de esperar? El reto es continuar así hasta que arribe una vacuna. Si llegamos a vencer al virus, sin segunda ola de por medio, el tercer mundo tendrá por fin el rebrote de la felicidad. Si las voces alarmistas tienen la razón y aumentan los contagios como parece que está ocurriendo, la segunda ola rebasará todo lo conocido hasta ahora.

Sigamos viéndonos a los ojos, los gestos pueden esperar. Guardemos la distancia, para protegernos todos. C2

Jesús Carlos Ruiz Suárez y Ángel D. Reyes Figueroa

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