Una sociedad con cultura científica se reconoce fácilmente cuando se analizan sus medios de comunicación: entrevistas y reportajes en radio, televisión y periódicos, artículos en revistas populares, videos o infogramas en redes sociales, oferta de libros en aparadores.
Los temas científicos se dejan ver en todas partes cuando el público está ávido de ellos; los comunicadores científicos también son numerosos en calidad y en cantidad y los medios no se limitan a traducir o retransmitir trabajos de otros lugares sino a producir los suyos propios. Rápidamente uno se da cuenta entonces que la sociedad mexicana no tiene una cultura científica muy amplia y evidentemente esa cultura viene de la escuela y de las políticas públicas, así que queda un gran camino que recorrer.
¿Cómo se reconocería una sociedad con cultura científica?
Imaginemos ahora una sociedad decimonónica, donde los medios audiovisuales de comunicación no existieran y los medios impresos aún no fueran tan masivos como en la actualidad. ¿Cómo se reconocería una sociedad con cultura científica? Obviamente, a través de otro medio de expresión bien arraigado desde las antiguas civilizaciones: ¡el arte! Son pocos los ejemplos de grandes pintores, escultores o músicos que tratan temas científicos antes del siglo XX (Leonardo da Vinci es una fabulosa excepción), pero se hacen más evidentes cuando se analiza la literatura. Si un gran escritor incluye temas científicos en sus obras, no sólo demuestra la influencia que el autor tiene de la cultura científica en la sociedad que habita, sino que también devuelve a esta sociedad un procesamiento de los temas científicos que se terminan de difundir entre sus lectores. Un círculo virtuoso en el que el escritor cataliza la divulgación científica.
Quizás el literato con más entusiasmo científico es Johann Wofgang von Goethe.
Quizás el literato con más entusiasmo científico de todos los tiempos es el alemán Johann Wofgang von Goethe (1749-1832). No sólo reconocido como el más grande autor de la lengua germana, Goethe es también un escritor universal. Sin embargo, los grandes logros de Goethe como poeta, novelista y dramaturgo, han opacado sus contribuciones a la ciencia. El trabajo científico de Goethe incluye la anatomía comparada, la botánica, la física, la química, la meteorología, la geología y la mineralogía. La vida de Goethe va a acompañada de los grandes avances científicos de su tiempo y él mismo tuvo contacto personal o correspondencia con importantes científicos de su época, como Alexander von Humboldt o Jöns Jacob Berzelius.
El surgimiento de la química como ciencia motivó a Goethe a escribir “Las afinidades electivas”.
El surgimiento de la química como ciencia a finales del siglo XVIII motivó a Goethe a escribir “Las afinidades electivas”, una novela en la que las nuevas teorías sobre las afinidades de los materiales para participar en una reacción química son utilizadas para explicar la desestabilización de un matrimonio por fuerzas de atracción naturales con otras personas. Otro ejemplo digno de comentar es su “Teoría de los colores”, donde Goethe publica su texto científico más completo y propone teorías generales en las que los estudios de Newton eran sólo casos especiales. Aunque el trabajo de Goethe sobre los colores fue ampliamente criticado y rechazado por los físicos de la época, su obra fue revalorizada posteriormente en el campo de la fisiología óptica.
Cuando nuestra sociedad sea capaz de fomentar que la literatura incluya temas científicos, la cultura científica habrá sido adoptada en la vida cotidiana.
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Siguiendo la inspiración de Goethe, si nuestra sociedad contemporánea es capaz de fomentar que la literatura (y las demás artes) incluyan temas científicos, estaremos seguros de que la cultura científica ha sido adoptada ya como un tema relevante de la vida cotidiana, mismo que a su vez será retransmitido para potenciar aún más esta cultura en el desarrollo de la ciencia futura. Así que no es mala idea tener a artistas y científicos trabajando en un mismo espacio. C2
Referencia:
Rudolf Magnus. “Goethe as Scientist”. Schuman, New York, 1949.