Sin duda, los avances científicos y tecnológicos del siglo XX han dejado huella en la sociedad contemporánea. No es para menos, hemos visto el surgimiento de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, el desarrollo de variadas y poderosas instrumentaciones, la aparición de las computadoras, los viajes espaciales y el descubrimiento del genoma humano.

Pero las marcas de estos avances no son sólo benéficas, también han habido perjuicios incontables: explotación desmedida de recursos naturales y deterioro del medio ambiente, intensificación de la producción de organismos genéticamente modificados, guerras químicas, nucleares y biológicas. Si nos precipitamos en nuestro análisis, concluiríamos erróneamente que el desarrollo de la ciencia y la tecnología ha traído más problemas que beneficios.

Pero justamente es la ciencia exprés la que ha logrado este desarrollo pernicioso, pues no se ha tomado el tiempo necesario de hacer un análisis profundo, proponiendo conclusiones útiles para quienes leen los resultados.

Es más, el sistema científico se ha viciado al grado de volver casi imposible la revisión de todos los resultados que anteceden a un nuevo reporte sobre algún tema en particular. El ideal de la ciencia, que es el conocimiento de la naturaleza y el universo, se esconde entre muchas investigaciones incompletas o presiones de financiamiento y tiempo. La competencia entre pares, la reducción de financiamientos, la incapacidad de abrir suficientes plazas para los jóvenes investigadores, entre otras razones, ha propiciado un frenesí en la academia para hacer su trabajo. “Publicar o morir”, es el lema del científico contemporáneo.

Las políticas públicas en muchos países del mundo están bajo un esquema cuantitativo de índices de productividad científica. La calidad no importa, o importa poco, hay que publicar al menos un artículo por año. Hay que formar muchos estudiantes, sin pensar en una formación de calidad y en su futuro incierto ante la falta de plazas. Hay que resolver los grandes problemas de la humanidad, sin considerar que para esto se necesitan nuevos paradigmas y estructuras de colaboración, planes a largo plazo y financiamientos de largo aliento. Los investigadores hemos entrado en un juego que se ha convertido en una trampa, dominada por los voraces sistemas económicos contemporáneos que, dicho sea de paso, los mismos científicos deberíamos revertir.

En Europa está naciendo un movimiento de científicos que propone ralentizar esta carrera de la ciencia hacia el vacío. Le llaman “Ciencia Lenta”, en analogía a un movimiento que surgió en los años 1980 en contra de la comida rápida. Los científicos lentos, dice el manifiesto, se toman su tiempo. Tiempo para reflexionar, para discutir y para publicar. ¿Para qué sirve una sarta de publicaciones con datos falsos,  erróneos o mal analizados?, ¿de qué sirven investigaciones incompletas, al vapor o que nadie leerá después? De ninguna manera estoy haciendo una apología a la pereza, los científicos tenemos que trabajar incansablemente ahora más que nunca, es nuestra responsabilidad social, pero también lo es hacerlo de manera inteligente, de acuerdo a nuestra formación, siguiendo un esquema metodológico y sistemático.

Y no sólo la generación de conocimiento es nuestra obligación como científicos, sino también la formación de nuevos recursos humanos de alta calidad académica y moral, así como fomentar un diálogo con científicos y tecnólogos de otras disciplinas, con organizaciones públicas y privadas, con el público infantil, juvenil y mayor de edad. En la medida en que los científicos podamos integrarnos a la sociedad, podemos contribuir a generar una cultura científica en la población. Un pueblo educado tendrá mejores oportunidades de desarrollo y mayores herramientas para defenderse de la inequidad o la injusticia social, para proteger su medio ambiente y para construir un futuro más prometedor.

 

Algunas lecturas en Internet:

http://slow-science.org

http://news.sciencemag.org/scientific-community/2014/07/1-scientific-publishing

 

Sobre el autor

Desde 2004, Rodrigo Patiño es investigador en la Unidad Mérida del Cinvestav. Se interesa por la investigación interdisciplinaria; participa activamente como profesor de programas de posgrado y también en actividades de difusión y divulgación de la ciencia.

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rodrigo.patino@cinvestav.mx

Desde 2004, Rodrigo Patiño es investigador en la Unidad Mérida del Cinvestav. Se interesa por la investigación interdisciplinaria; participa activamente como profesor de programas de...

1 Comentario

    • Luis Felipe Barahona -

    • 22 octubre, 2015 / 15:56 pm

    Hola Rodrigo,

    Qué bueno que ya se está tomando conciencia de este aspecto de la investigación. Creo que pasa en todos los centros de investigación y Universidades del país (y aparentemente, por lo que comentas, en todo el mundo).
    Me gustó tu comentario. Saludos!!!

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