La empatía es un constructo que se ubica en un campo minado, según podemos ver a partir del concepto de “imposturas intelectuales” desarrollado por Alan Sokal y Jean Bricmont en 1997.
Las críticas a este enfoque abundan, entre ellas su realismo ingenuo (donde se superponen las dimensiones ontológica y gnoseológica), confundido a menudo con la idea de que existe acceso directo al tribunal de la experiencia sin mediación teórica. La crítica kantiana no parece ser el fuerte de ellos, respecto a la imposibilidad de acceso al nóumeno. Tampoco parecen advertir los problemas conceptuales del realismo, que han llevado a su actual atenuación en realismo interno, según lo postula H. Putnam. No obstante, los conceptos de Sokal y Bricmont han sido extrapolados a otros territorios conceptuales.
Es el caso del ensayista español Fernando Rodríguez Genovés, que aplica el concepto de impostura intelectual y escribe su ensayo sobre la ilusión de la empatía.
Desde mi punto de vista, es aplicable la idea de que mejor es cuidarse de los exégetas y apresurados seguidores. Bueno sería que éstos buscasen las imposturas con igual fervor en todas partes, incluso en su propia obra.
Rodríguez argumenta que además de ser una propuesta científicamente absurda y teóricamente insostenible, constituye, por encima de todo, un enorme artificio, no ajeno al fingimiento y, como consta en el mismo título del ensayo, no exento tampoco de ilusión.
Ciertamente, es razonable pensar que en el tratamiento de la empatía de parte de algunos ensayistas y profesionales genera la sospecha real sobre su traducción como “fingimiento”, incluso manipulación. Es el caso de la sonrisa falsa, disponible en todo momento, se sienta internamente lo que se sienta, o el ejercicio de la empatía como un mero código moral artificioso.
Tanto en los razonamiento de Sokal y Bricmont como en Rodríguez, se ve que no todos los que apelan discursivamente a la racionalidad tienen algo que ver con ella.
Supongamos que alguien nos plantea que a diferencia de un tweet de K. Rowling, a propósito del Brexit, que pedía que todos presionáramos ctrl-alt-supr de manera simultánea y rezáramos para “rebotear” los tiempos negativos, hiciéramos lo mismo, pero para que nuestras miradas no solamente sean sobre nosotros mismos, sino hacia el que camina al lado, hacia el que nos acompaña, el vecino, el entorno. Es decir, desde la empatía.
Indudablemente se nos pediría evidencias científicas sobre esto, y algún filósofo solicitaría una argumentación racional (es el caso de Rodríguez Genovés).
Los biólogos han reunido cada vez más evidencias de que el cerebro empático puede fortalecer la habilidad de manera infinita.
Los biólogos han reunido cada vez más evidencias de que el cerebro está configurado para las conexiones sociales. Hay bastantes hallazgos en las investigaciones sobre el cerebro que indicarían que nacemos con la habilidad para empatizar. Los investigadores han detectado que esta habilidad se puede fortalecer de manera infinita. El sistema neurológico lo permite. Nosotros controlamos la transformación de nuestro cerebro a través de la manera sobre lo qué y el cómo pensamos.
La empatía podría proporcionar la motivación principal para que las personas que han intercambiado beneficios en el pasado continúen haciéndolo en el futuro. En lugar de asumir expectativas aprendidas o cálculos sobre los beneficios futuros, este enfoque enfatiza un impulso altruista espontáneo y un papel mediador de las emociones. La empatía favorece colaboradores anteriores y está sesgada en contra de desertores previos. La empatía se implementa mediante una simulación de los estados mentales de otras personas. Una red de empatía a gran escala está compuesta por el sistema de neuronas espejo, la ínsula, y el sistema límbico. Las neuronas espejo se seleccionaron porque proporcionan la ventaja adaptativa de la intersubjetividad.
En síntesis, en las últimas décadas ha habido un mayor interés en los orígenes y el desarrollo de las conductas de cuidado, y en los factores que contribuyen a las diferencias individuales en estos patrones. También se ha hecho hincapié en expresiones normativas y no normativas de preocupación por los demás, ya que la empatía puede ser apropiada, silenciosa o excesiva. Ambos procesos biológicos y ambientales han sido implicados en la aparición de estos diferentes patrones. Las investigaciones se han preocupado de identificar la relación de los procesos biológicos con la empatía. Dicho de otro modo, la preocupación por los demás y el funcionamiento biológico. Es decir, Rodríguez Genovés tiene un conocimiento limitado (o no lo tiene) de este tipo de cuestiones. Para quien se interese en profundizar el tema puede hacerlo a través de las bases de datos EBSCO y APA. Descubrirá que hay sólidas evidencias que sustentan que el cerebro está configurado para las conexiones sociales a través de la empatía.
Es lícito señalar que la empatía puede ser activada desde fuera, incluso por miembros de una especie diferente, en nuestro mundo humano con alguien desconocido, de igual modo que cuando empatizamos con una ballena varada y la devolvemos al mar. No obstante, éste no es el objetivo por el que la empatía evolucionó. Una vez que existió, como toda capacidad, se emancipó de su origen evolutivo.
La empatía permite no matar a otra persona cuando actúa de manera diferente.
La empatía permite no matar a otra persona cuando actúa de manera diferente, aunque hay que reconocer que no es fácil ir más allá del intra-grupo, y dado que se trata de respuestas automatizadas, por lo que no se pueden superar plenamente ya sea por racionalizaciones o adoctrinamiento.
Para entender el poder de la empatía se requiere investigaciones de sus bases neurológicas como de su antigüedad evolutiva.
Si se afirma que empatizar no es cuestión de ser espectadores, sino de participar con pleno involucramiento, surge el planteamiento filosófico de Rodríguez Genovés. Lo mismo que si afirmamos que hoy se requiere extender la empatía, dado que es la clave para la supervivencia humana, y se postula una revolución empática. Éste es el argumento que ha señalado Anita Nowak de McGill University, en algunas conferencias TED.
Se trataría de comprender que empatizar significa reconocer que todos compartimos una humanidad en común, en la que todos de uno u otro modo, somos valiosos. La empatía como emoción humana permitiría que se exprese la igualdad entre los humanos.
Se puede concordar que la empatía y la compasión son pulsaciones humanas, al igual que la agresividad o la sexualidad. No son valores morales en sí mismos, sino una propensión natural y biológica de las personas.
Rodríguez acierta cuando plantea que la empatía como “entender al otro”, no necesariamente significa adoptar su posición o darle la razón ni tampoco adoptarlo, sino que el punto de partida consiste en comprender por qué alguien actúa como actúa. Por ejemplo, en las calles uno puede constatar el abandono infantil y la drogadicción. También en las organizaciones, son innumerables los casos de acoso sexual y discriminación.
La primera responsabilidad es hacerse cargo de uno mismo y de sus actos.
Entonces, surge la pregunta sobre nuestro comportamiento ético. Es indudable que la primera responsabilidad es hacerse cargo de uno mismo y de sus actos. Para el ensayista español, intervenir significaría vulnerar la autonomía del otro, quitarles la palabra, mantenerlos en un estado intelectual precario. Por lo tanto, se opone al intervencionismo y el proteccionismo en lo que él denomina el espacio de las emociones, y al espacio privado de la moral, más bien el espacio de la ética personal. Una vez más se confunde moral (códigos sociales) con ética (mundo personal). Su postura es de un profundo individualismo racional.
Desde otro punto de vista, no se puede criticar un determinado enfoque porque algunos cultivadores lo utilicen de manera equívoca o manipulativa. Reconozco que este tipo de “impostura intelectual” existe en muchos de los que hablan de la empatía; ante la fragilidad humana siempre surgen los oportunistas que la identifican como un nicho de mercado (un buen negocio, ¡es tan noble ganar dinero con la miseria humana!, parecen pensar). Se trata de una “impostura moral”, indudablemente. Por ello, hay que estar intelectualmente precavidos.
No se trata de ponerse en lugar de otro, como un lugar cualquiera.
Distinto es pensar en la conciencia ajena y la posibilidad de una intersubjetividad como solución al solipsismo de la conciencia. Se trata de los límites propios y de los de demás, sin renunciar a uno mismo, y tampoco de tratar la empatía como un concepto aislado de otros como la solidaridad, la compasión, el perdón. Lo que hay que evitar es el ejercicio circense de la empatía. No se trata de ponerse en lugar de otro, como un lugar cualquiera. El lugar de un drogadicto no es un lugar cualquiera, el lugar de una mujer acosada sexualmente en el trabajo no es un lugar cualquiera, el lugar de un inmigrante no es un lugar cualquiera. El lugar de una persona que está enojada porque algo de mí le molesta (algo que no es moral sino de carácter, por ejemplo), bien puede ser un lugar cualquier y hacer un ejercicio empático bien puede resultar en una mera teatralización. Sugiero ver en Netflix la serie danesa Rita, en la que se presentan excelentes episodios de empatía y no empatía, lo mismo que en la serie Merlí.
Se trata de ingresar a la discusión de que “sentir a alguien” nos introduce a un “nosotros”, como sujeto de grado superior al “yo” y al “tú”. De ese modo, el co-sentir y el sentir se constituyen en vivenciar lo ajeno desde la empatía. Esto es, la empatía como un valor “intuyente” y otro “constituyente”.
En síntesis, uno se puede colocar en el lugar de otro si así lo desea, pero al menos hay que saber lo que estamos haciendo y que ninguna ilusión turbe nuestra vista y nuestra elección.
Como señalo más arriba, la empatía, que es respuesta automatizada, al comprenderla la pondremos al servicio de una comunidad sana o de una comunidad enferma, sabiendo que ir más allá del intra-grupo no es fácil. Esto nos permitiría comprender si se toma una postura racista o no racista, por conspirar o por transparentar. Además, definir su tonalidad: actuar desde la condena, la rabia, el sarcasmo o el humor; o desde lo que significaría involucrarse en acciones empáticas que tengan un impacto positivo para el sí mismo y para la sociedad, así como estar al servicio de otros constituye la misma recompensa que recibe el cerebro con la cocaína, la heroína y el sexo.
Las posibilidades humanas incluyen tanto el bien como el mal, así como la empatía. La evidencia proporcionada por la historia del siglo XX no es alentadora, sin embargo, no es demasiado tarde para cambiarla en relación con el presente y el futuro de la humanidad. Sin duda, los cínicos encontrarán un defecto en cada logro y asegurarán que ninguna buena acción queda impune. De hecho, la consecuencia de nuestras acciones a menudo se nos escapa. La propagación de la empatía, plenamente disponible en nuestra arquitectura biológica, es una innovación cuando se la transforma en un desafío cultural, además cuando hay que enfrentar a los “simuladores” que como nuevos vendedores visitan a Macondo. C2
Ana Repetto -
Excelente nota que invita a reflexionar sobretodo aquellos que hacen de la empatia un acto cirsense. Felicitaciones!
Claudia Pinares -
Estimado profesor, como siempre muy aclarador, didáctico y desafiante para nuestras concepciones de vida!!! Mil gracias y quedamos a la espera del próximo artículo
Ignacio Fernández -
Felicidades Eduardo. Que texto más brillante, iluminador y provocador hacia mis concepciones. ¡Gracias por tu trabajo y reflexión!
Rosa Icela Santellanes Madrigal -
Le felicito y agradezco, por tan puntual, claro y excelente artículo.
marcia jofré -
son muy buenas las reflexiones y comparaciones hechas por los autores, porque muchas veces se cae en la compación y la empatía, no se trata de eso.como aquí en estos artículos se mencionan.
Me encantan todos los temas tratados y desmenuzados por todos los escritores y estudiosos, en especial me siento identificada con los escritos de Eduardo Escalante, me encantan.
estoy muy de acuerdo con todo lo que aquí se expresa.