Tanto usted como yo somos seres morales, como señala Adela Cortina, y también somos seres de sentido. La búsqueda del sentido no es un producto de la cultura, ni un fenómeno artificial. Emerge de lo más hondo del ser, como una necesidad primaria.

El ser humano se caracteriza por la necesidad que tiene de darle un significado a su existencia. ¿Qué sentido tiene esforzarse por alcanzar una meta determinada? ¿Qué debo hacer con mi vida? Podemos intentar darle un sentido a nuestra vida libre y conscientemente o podemos dejarnos llevar por las circunstancias que nos acaban imponiendo un camino determinado. Sea como fuere, el ser humano no puede dejar de orientar su vida en una determinada dirección.

¿Qué debo hacer con mi vida?

Esto se debe a dos razones fundamentalmente. Primero, el ser humano es un ser inacabado, una realidad abierta que está en continuo cambio y evolución. Somos seres con historia, a nivel personal y como familia humana. Nuestra existencia no se reduce a unas leyes biológicas. Como dice Ortega y Gasset, somos proyecto, estamos constantemente haciéndonos a nosotros mismos. Somos seres temporales, nuestra vida tiene comienzo y pronto descubrimos que también tiene un final. Cuando los niños descubren esto se produce en su vida un profundo cambio existencial: más allá de la aparente rutina de la vida, cada experiencia y cada instante adquieren valor porque son únicos e irrepetibles. Precisamente, el que nuestra vida sea finita es lo que hace que tenga valor y sentido. Una vida infinita en el tiempo carecería necesariamente de sentido, puesto que carecería de final temporal.

Segundo, el ser humano es un ser libre. Aunque estamos condicionados por diversos factores, podemos escoger entre distintas posibilidades. Nuestras acciones no son algo secundario respecto de lo que somos, sino que son decisivas.

La búsqueda de sentido, por lo tanto, no es algo que se resuelva de un día para otro.

Cuando hablamos del sentido de la vida nos referimos al “significado”, “valor”, “orientación”, “finalidad” que consideramos tiene nuestra existencia. Se trata del porqué último de nuestra vida. Conforme nos hacemos mayores, cada vez tenemos que tomar más decisiones por nosotros mismos, cada vez somos más responsables de la dirección que queremos imprimir a nuestra vida. Las decisiones importantes que voy tomando serán las que marquen mi futuro y determinan el valor y el significado que doy a mi existencia.

El sentido de mi vida lo constituye el horizonte en el que pretendo situar todas esas decisiones. La búsqueda de sentido, por lo tanto, no es algo que se resuelva de un día para otro. Podemos responder fácilmente a por qué hacemos esto o lo otro ahora, o a lo que haremos en los próximos días.

Sin embargo, encontrarle sentido a la vida supone ser capaz de responderse a uno mismo la pregunta sobre cuáles son los valores fundamentales que orientarán mi vida y por qué. Eso no es algo que nos venga dado al nacer, sino que implica nuestra voluntad y requiere esfuerzo para no dejarse embaucar por falsos ideales que conducen al sinsentido y a la frustración.

Sería interesante conversar con su familia, con los compañeros de trabajo sobre la pregunta anterior. Es posible que se lleve algunas sorpresas.

El sentido de la vida si no lo escogemos nosotros se nos acaba imponiendo…

Esto es válido para mí y para usted: el sentido de la vida si no lo escogemos nosotros se nos acaba imponiendo por asimilación del entorno; pero todos necesitamos orientar nuestra vida. Además, supone hacer una “apuesta”, ya que nunca se puede tener la certeza absoluta de que el camino escogido es el adecuado.

Seguramente, esto también lo ha experimentado: se requiere confianza y esperanza de que llegaremos a buen puerto cuando emprendemos algo. A ello nos ayuda fijarnos en cómo han vivido otros, en los caminos de realización personal que han escogido otros antes que nosotros. Pero al final, cada uno tiene sus propias circunstancias y debe tomar sus propias decisiones. Nuestra vida y nuestra felicidad dependen fundamentalmente de los valores a los que nos entreguemos, que son los que constituirán nuestro proyecto de vida.

Es importante que las ideas de los párrafos anteriores, la pueda reflexionar a partir de sus propias experiencias.

Es muy posible que usted haya experimentado que existe una íntima relación entre felicidad y sentido. Todo ser humano, por el mero hecho de serlo, desea vivir una vida con sentido, espera dar significado a su existencia. No le basta con estar, con sobrevivir, con interaccionar con el medio. Aspira a hacer de su vida un itinerario con sentido. El sentido no depende del tiempo cronológico. Uno puede estar más o menos tiempo en el mundo, pero ello nada tiene que ver con el significado de una existencia. La cuestión no radica en sobrevivir más o menos tiempo, sino en hallar la razón por la que merezca la pena estar, la causa que justifique existir.

Seguramente, habrá escuchado o leído sobre los diversos tratados que existen en filosofía y psicología sobre el sentido.

Adoptaremos la perspectiva desarrollada por Viktor Frankl. Nos parece de extraordinaria importancia, por su postura antropológica, en especial, por su crítica a las propuestas existencialistas y la de psicólogos como Maslow.

El enfoque de Frankl permite alejarse de algunos estereotipos que se han tendido a desarrollar en la explicaciones e investigación del bienestar organizacional. Este autor sostiene que ni la autorrealización es el valor supremo para la persona, ni el fin último de la existencia humana. Además, este enfoque permite clarificar temas importantes que tienen relación con la transformación humana.

Usted se preguntará sobre qué es lo que nos moviliza diariamente…

Usted se preguntará sobre qué es lo que nos moviliza diariamente, a cada instante. A partir de Frankl se logra entender que la realización de la persona no es meta sino consecuencia, esto significa que el ser humano, en último término, puede realizarse sólo en la medida en que logra la plenitud de un sentido en el mundo. Es decir, lo que mueve a la persona es su “voluntad de sentido”.

Desde este punto de vista, la autorrealización es un efecto espontáneo, resultado de la realización de valores y cumplimiento de un sentido, de su propia vida en tanto que llamada. Sólo es existencia plenamente humana la que se trasciende a sí misma. Si busca directamente su realización, está llamada al fracaso.

Cuando escuche referencias sobre la investigación de la felicidad, seguramente aparecerá el término “eudaimónico”, bastante usado para conceptualizarla, de igual modo que el concepto “hedónico”.

Frankl nos permite cuestionar el eudaimonismo clásico, que afirma que lo que procura la persona en la vida, sobre todo, es la felicidad, sostiene que lo que el ser humano quiere realmente no es la felicidad en sí, sino un fundamento para ser feliz. Esto es de importancia esencial, porque muchos de los procesos de medición de la felicidad o bienestar se basan en el enfoque eudaimónico.

Lo que tenemos que comprender es que el dinamismo más profundo del ser humano no es el placer (postura de Freud), ni el poder, ni la felicidad, sino el deseo de sentido. Seguramente, si usted conversa en su familia o en su organización, no necesariamente se comprende que es el sentido lo que nos da la energía para desarrollarnos.

Es importante señalar que el deseo de placer y el deseo de poder, como fin existencial, sólo se imponen cuando se ha frustrado el deseo de sentido.  Esto usted podrá verificarlo directamente en las organizaciones en las que ha participado.

No tengo dudas que conocerá a muchas personas con frustraciones…

No tengo dudas que conocerá a muchas personas con frustraciones derivadas de no entender que tal vez el origen esté en que lo conflictuado es el sentido. Se requiere no sólo abrirse al encuentro del sentido sino abrirse también al encuentro de aquél con quien vivir ese sentido. Esto es de vital importancia para entender muchos de los conflictos en los equipos de trabajo, y en la vida diaria, los conflictos de pareja.

Usted se preguntará: ¿en qué consiste, en general, el sentido? El sentido consiste en un horizonte axiológico que pide ser realizado. Y, en la mayor parte de los casos, esto implica que el sentido consiste en realizar algo o en encontrarse con alguien. De esta manera acepta Frankl el imperativo de Píndaro: “Llega a ser lo que estás llamado a ser”.

Pero la persona no es quien se llama a sí misma: la llamada no se trata de un proyecto voluntarista que la persona inventa o se propone hacer, sino de un sentido y unos valores que la persona descubre o encuentra. De allí, la importancia del concepto de Adela Cortina de la “sabiduría moral”.

Lo siguiente es algo que siempre estoy reflexionado: si es la persona la que inventa su sentido y sus valores, estará absolutizando su propio proyecto, lo que será fuente de desesperación al fracasar el absoluto al que se había confiado todo. Por el contrario, el sentido se descubre y desde él se invita a la persona a una plenitud. A menudo, operamos en la dirección opuesta.

¿Puede pensar usted en alguna situación en la que haya absolutizado su propio proyecto, independientemente del contexto donde lo hizo?

Para Frankl somos “voluntad de sentido”. Frankl se posiciona frente a la voluntad de poder (de Nietzsche) y la voluntad de placer (de Freud), como motores últimos del comportamiento humano.

Para él, el placer no sólo no puede ser el fin o el horizonte de sentido de la persona, sino que obstruye la consecución del mismo placer (a causa de lo que denomina “hiper-intención”: convertir lo que debe ser efecto en objeto directo de la búsqueda). Cuanto más se procura el placer más se diluye.

Lo mismo pasa con la felicidad, cuanto más se la persigue directamente, más se aleja su consecución. La persona no quiere la felicidad, sino encontrar una razón para la felicidad. Este tipo de argumentos es fundamental para comprender los enfoques actuales de la felicidad y el bienestar, en general, con un dominio de elementos pragmáticos que oscurecen el sentido.

Para Frankl, todo momento de la vida es significativo, todo momento es susceptible de ser iluminado desde un sentido. El sentido no se inventa, es algo objetivo que, una vez descubierto, invita a ser realizado. Además, no se da de una vez para siempre. No se trata de algo que se intuye clara y distintamente, sino que requiere un intenso trabajo de la conciencia.

Viktor Emil Frankl (26 de marzo de 1905, Viena, Austria-2 de septiembre de 1997) fue un neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la logoterapia. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau.

No es la finalidad del ser humano la de sobrevivir, sino la de orientarse hacia su plenitud. ¿Cómo? Mediante la realización de valores. Por tanto, la persona está orientada hacia algo que no es ella misma, sino que le trasciende: un horizonte de valores, es decir, la eticidad a partir de la sabiduría moral instalada.

Y hacia ese horizonte, la persona se realiza como tal, lo cual supone, también, un olvido de sí mismo. En última instancia, esta intencionalidad, esta tensión hacia lo que no es ella y que le da sentido, dinamiza a la persona, pues reconoce una distancia entre lo que es y el sentido que debe realizar, entre lo que es y lo que debe-ser (ya que el valor se presenta como invitando a la persona a un compromiso, a una realización concreta). Esta perspectiva también la encontramos en Adela Cortina, el sentido se presenta axiológicamente.

La vida es interpelación a la persona, y la respuesta a esta pregunta es la realización de un sentido. Con este tipo de enfoque se podrá entender más claramente las diferentes trasgresiones morales en la vida cotidiana.

Seguramente, usted se preguntará cuáles son las fuentes del sentido. Para Frankl hay tres ámbitos distintos. En primer lugar, el sentido se puede encontrar en la realización de una actividad, en hacer y producir. Los valores que en estas circunstancias se descubren son los llamados por Frankl “valores creativos”. En segundo lugar, el sentido se puede descubrir en diversas vivencias o experiencias, especialmente en la vivencia del encuentro con otro, es decir, en la experiencia del amor, es la relación con un tú. Frankl afirma que frente a la relación “yo-ello”, y “yo-se impersonal”, la relación personal es la relación “yo-tú”.

En esta relación, el otro importa por su propio valor: el otro es querido como un tú, por sí mismo. Para mantener esta relación con el otro no puede buscarse en el otro el placer ni poder sobre él, ni su utilidad, sino sólo la estimación de su dignidad. Esto lo podemos asociar claramente con el concepto de la “ética cordial” de Adela Cortina. C2

 

Referencias bibliográficas
  • Cortina, A., (2009) Ética de la Razón Cordial. Oviedo: Ediciones Nobel
  • Frankl, V., (1981). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Ed. Herder.
  • Frankl, V., (1987). Psicoanálisis y existencialismo. México: F.C.E.
  • Frankl, V., (1988). La voluntad de sentido. Barcelona: Ed. Herder.
  • Frankl, V., (1989). El hombre doliente, Barcelona, Ed. Herder.

Sobre el autor

Investigador y escritor. Ha publicado diversos artículos científicos en revista con referato en Chile, Argentina, Perú, Colombia, México, Nicaragua, España; y poemas en la Revista Nagari, Signum Nous (Estados Unidos) Revista Cultural C (México), Revista Ariadna (España), entre otras y diversos sitios en la Web.

POR:

escalante.gomez@gmail.com

Investigador y escritor. Ha publicado diversos artículos científicos en revista con referato en Chile, Argentina, Perú, Colombia, México, Nicaragua, España; y poemas en la Revista...

1 Comentario

    • Andrea Agrelo -

    • 16 julio, 2018 / 16:09 pm

    La plenitud del ser a partir de generar impacto positivo, de trascender … El si mismo en el mundo y con el mundo. Lindísimo artículo que promueve la reflexión y actitud crítica.

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