El primer contacto infantil a una adicción se llama videojuego. Desde hace al menos dos décadas este ha entrado al hogar y no se ve cuándo saldrá.

Día a día acapara la atención de niños, jóvenes e incluso adultos. Al videojuego se le pueden achacar incontables desventajas y consecuencias negativas. ¿Serán todas ciertas?

Es un hecho aceptado que los niños que juegan videojuegos tienen un peor desempeño académico. Pero, ¿aceptado por quién? Seguramente, la mayoría de los niños ha escuchado esto en más de una ocasión. ¿Y los padres y los maestros? De ellos podemos decir que lo más probable es que no solo lo hayan escuchado de otros, sino que lo hayan repetido aunque sea una vez.

A. Drummond y J. D. Sauer, investigadores australianos, analizaron una base de datos con información proveniente de 22 países que incluía calificaciones en la prueba PISA de 192 mil estudiantes (7 mil 423 escuelas), además de la frecuencia con la que los adolescentes (~ 15 años) jugaban videojuegos. Los dividieron en 4 grupos, dependiendo de la frecuencia con la que se reportaron involucrados en dicha actividad: los que nunca o casi nunca jugaban; los que jugaban una o dos veces al mes; los que jugaban una o dos veces a la semana y los que jugaban a diario. Independientemente del grupo al que pertenecieran, ¡no observaron diferencias significativas en las calificaciones de los distintos grupos! Concluyeron que el tiempo que un estudiante dedica a los videojuegos no está relacionado con su desempeño en las áreas de matemáticas, de lectura o de las ciencias.

¿Sorprendente? En realidad no hay evidencia clara sobre la relación entre los videojuegos y las malas calificaciones. Drummond y Sauer mencionan, por ejemplo, que los estudios en los que se ha visto una correlación negativa son subjetivos; ya que o es el mismo estudiante el que califica su propio desempeño académico, o son los maestros los que califican al alumno. El problema es que el alumno puede sobreestimar o subestimar sus capacidades académicas, o el maestro puede verse afectado por el prejuicio, y así (de manera inconsciente), perpetuar la idea de que los alumnos que juegan más videojuegos presentan un peor rendimiento.

Si bien los niños y adolescentes se pueden distraer y su rendimiento académico puede bajar momentáneamente al jugar un nuevo juego, con el paso del tiempo y de la novedad se llega a un equilibrio. Y el equilibrio es, muchas veces, lo más sano. C2


Fuente: http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0087943

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