México es un país difícil para hacer investigación científica y tecnológica.
Hay que reconocer que nuestro país cuenta con una infraestructura que se ha venido desarrollando por varias décadas, incluyendo el impulso a universidades y centros de investigación, así como la existencia del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sin embargo, es posible afirmar que los esfuerzos son insuficientes. Por ejemplo, en 2014 Conacyt otorgó apoyos para cerca de 1,200 proyectos, una cantidad pequeña considerando que el SNI tiene un registro de más de 25,000 investigadores. A su vez, esta cantidad de investigadores es ínfima cuando se compara con el número anual de becarios que Conacyt tiene para estudios de posgrado: más de 17,000 doctorantes y casi 30,000 estudiantes de maestría. ¿En dónde se integrarán todos estos profesionistas especializados?, ¿cómo se financiarán sus investigaciones?, ¿preferirán desarrollarse profesionalmente en el extranjero?
El Gobierno mexicano no ha invertido nunca más del 0.55 % del Producto Interno Bruto en Investigación y Desarrollo, mientras que en 2012 Brasil invirtió más del 1 % y se encuentran países con grandes apuestas como Japón (3.34 %), Finlandia (3.42 %), Corea (4.03 %) e Israel (4.25 %), siendo la media mundial de más del 2 %. Sin embargo, la limitación de los montos financieros no es el único problema, también lo es la forma de distribuirlos y gastarlos. En proyectos de investigación, Conacyt tradicionalmente ha dado prioridad a una bolsa de investigación llamada “Investigación Básica”, un fondo sectorial en el que participa la Secretaría de Educación Pública. En los últimos años, la bolsa para proyectos se ha enriquecido con otros fondos sectoriales, principalmente uno proveniente de la Secretaría de Energía, con fondos mixtos de los Gobiernos de los Estados y con un fondo institucional. Han surgido apoyos interesantes para proyectos de infraestructura para instituciones académicas, de colaboración con la industria, de comunicación de la ciencia, de solución de problemas nacionales y de fronteras de la ciencia, pero en todos los casos los fondos siguen siendo insuficientes.
Los proyectos exitosos no tienen continuidad.
El financiamiento de estos proyectos ha arrastrado sistemáticamente algunas fallas, como la falta de seguimiento, el sesgo en la distribución de apoyos y la vinculación de grupos de trabajo. Esto no es exclusivo de nuestro país pero si evidente cuando no hay un vínculo entre oficinas públicas, iniciativa privada, organizaciones ciudadanas e instituciones académicas. También es notorio cuando se priorizan temas específicos o ciertos perfiles de investigadores. Finalmente, los proyectos exitosos no tienen continuidad y mucho menos los que tienen posibilidades interesantes para seguirse investigando. Aunque la nueva tendencia es investigar con enfoques interdisciplinarios alrededor de los grandes problemas de la sociedad, parece ser que no todos los investigadores aceptan estas nuevas aproximaciones y se siguen priorizando los estudios clásicos unidisciplinarios sobre los proyectos que proponen explorar la participación de varias disciplinas en un enfoque de estudio de sistemas complejos. Las nuevas generaciones de investigadores están enfrentándose a la vieja escuela, pero vale la pena seguir abriendo brecha y no dejar que se pierdan los objetivos de los científicos que buscamos un mundo mejor. C2
Referencias
– Conacyt. Visualizador interactivo de estadísticas. Revisado en agosto de 2016
https://www.google.com/publicdata/explore?ds=cnkd64ja0fa0u_
– Banco Mundial. Gastos nacionales en investigación y desarrollo. Revisado en agosto de 2016.
http://data.worldbank.org/indicator/GB.XPD.RSDV.GD.ZS
– Ruth Williams. Interdisciplinary Research Attracts Less Funding. The Scientist. Junio 29, 2016.
– Lindell Bromham, Russell Dinnage y Xia Hua. Interdisciplinary research has consistently lower funding success. Nature 534, 684-687. 2016.