Habrá el nombre de una mujer que me condene al silencio,
que me contenga en una palabra,
que su sola puesta de sol me desnude.
Habrá una mujer tan cambiante como río,
que me diga preguntas que no sabré responder,
que deje mis poemas en insospechado ritmo.
Habrá una mujer que combata con su lengua,
que me arranque las letras,
que coma lunas a escondidas,
que esconda un amuleto entre sus piernas.
Será una mujer que pueda beberme como un vaso de vino,
que aspire mi humo como manchas de viaje.
Será la mujer que me leerá y se olvidará de mí,
pero no de mis poemas.
Danaé
nombre de mi olvido,
nombre aislado de mis tormentas.
Danaé
nombre caracol,
invocado por sí mismo.
Danaé
el retorno de los mares que fui.
Tu boca absorbe todo mi miedo,
tu piel,
por la que entra el indómito cazador de las certezas,
es la esperanza de no acabarte.
Cuando el mundo termine
Danaé
tus ojos seguirán mirándome.
Este mundo se desborda en su deseo:
todos mueren;
todos hablan sin paz.
Y yo, cuando estoy cansada de escuchar
regreso al silencio de tu cuerpo.
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