Sin vacilación se dice, o suele afirmarse sin más, que los pensamientos son criaturas etéreas que nuestra mente elabora segundo a segundo. Pero éste no era el caso para Ulises Pereira, pues sus pensamientos eran hálitos fríos y densos que se desplomaban tan pronto eran pensados. Ulises no recordaba casi nada, su mente vagaba en el vacío de los recuerdos; sentía hambre y cuando la imagen de una suculenta comida le venía a la mente, ésta caía al suelo y el hambre desaparecía. Lo que  quedaba era un hoyo en su interior por la ausencia de ideas. No se sentía idiota ni imbécil, sólo errante y ausente. No comprendía lo que le pasaba, porque al pensar sobre su mala suerte se quedaba sin el pensamiento. Lo bueno es que tampoco estaba triste; tristezas y alegrías eran igual de densas y ambas tenían el mismo final. Ulises iba por ahí sin siquiera comprender su condición. Algo intuía, porque sus pensamientos no caían de golpe, el caso es que nunca les veía el origen. De un pensamiento largo, sólo atisbaba el final. De uno corto, nada.

Un día ocurrió algo extraordinario: Ulises conoció a una mujer llamada Cecil.

Un día ocurrió algo extraordinario: Ulises conoció a una mujer llamada Cecil. Cecil era una mujer sencilla, amable, discreta, pero ella también llevaba una gran pena para todos lados. Todo mundo lleva penas, grandes y chicas; el asunto con esta mujer es que la suya era una pena muy extraña: sus pensamientos eran menos densos que el aire y entonces, al ser pensados, éstos se elevaban al cielo como el aroma de un perfume o el vapor de un vino. Los pensamientos de Ulises caían por pesados, los de Cecil volaban por ligeros.

Ese día, Ulises se hospedaba en el quinto piso de un hotel por alguna razón que nadie conoce y tampoco importa. Y Cecil en el cuarto. Era un hotel decente, con habitaciones cómodas y amplias. Al caer la noche, cuando ambos se fueron a dormir, sucedió lo obvio. Cecil, en la tranquilidad de su cama, vio pasar primero los pensamientos anteriores al sueño, después los sueños mismos de Ulises y éste, en el piso de arriba, quedó maravillado con los sueños ajenos que provenían de abajo. Si bien soñaron ambos los sueños del otro, descansaron como nunca antes, porque dormir sin soñar es algo ingrato. Como comer en soledad.

Al día siguiente, Cecil, con su inteligencia diáfana, vio hacia el techo y sospechó.

Al día siguiente, Cecil, con su inteligencia diáfana, vio hacia el techo y sospechó. En su rostro apareció una sonrisa. Pensó en un saludo, y unos segundos después, Ulises le respondió con otro. Mientras tomaban café conversaron en silencio, cada uno pensando, el otro devorando el pensamiento. Como un niño un helado. Cecil pensaba en algo, Ulises recibía el pensamiento, y en ese instante, de la mente de Ulises éste caía de regreso. Entonces, Cecil por fin sabía qué cosa había pensado. Ulises pensaba en algo y esperaba de igual forma a que le fuera enviado por Cecil su pensamiento.

Así aprendieron a conversar en un silencio mágico, sin palabras sonoras, sin gestos. Ni siquiera los ojos se miraban. ¿Cómo te llamas? No recuerdo. ¿Y tú? Tampoco. ¿Qué haces en la vida? No lo sé, supongo que muchas cosas, pero no puedo recordarlas. ¿Y tú? En las mismas, no sé quién soy, a dónde voy, de dónde vengo.

Ulises sintió que una espada caliente entraba en su pecho y dijo en su mente: voy a verte. ¿En qué piso te encuentro? Debajo de ti, contestó Cecil con alegría pero con cierta angustia. Su intuición era poderosa. Ulises, impulsado por la magia de conocerla, por esa felicidad que irrumpe en el cuerpo de un enamorado, corrió hacia la puerta sin reflexión de por medio. La abrió, se dirigió hacia la escalera, bajó al cuarto piso, después al tercero, al segundo, llegó al lobby del hotel y salió contento a la calle. El cielo estaba despejado. C2

Sobre el autor

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3. Investigador titular en | Website

Sus intereses científico/académicos son: biofísica de membranas, fluidos complejos y el origen de las señales nerviosas. Le apasiona la divulgación científica, el arte y la cultura.

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Sus intereses científico/académicos son: biofísica de membranas, fluidos complejos y el origen de las señales nerviosas. Le apasiona la divulgación científica, el arte y la cultura.

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