Alguna vez dije, cuando me preguntaron no recuerdo dónde, que amo la literatura porque es una forma de vivir permanentemente enamorada. De no sólo estar en el mundo, sino de vivir repleta de emociones.

Más que un acercamiento intelectual, la literatura me ha permitido sentirme acompañada, pero no como de un amigo afable y condescendiente, sino delirante. Un libro, una historia, ha estado siempre a mi lado para tocarme y sacudirme. Leer es arrancarme de la cotidianidad para ponerme a pensar y sentir; es una posibilidad de conjurar mis fantasmas.

La literatura es una miríada de universos por los que se transita para experimentar diferentes vidas y emociones. Leer es sentir el mundo.

Cuando leo libros que me tocan, que me transforman, me siento la más viva de las mortales, aunque ello me lleve a sufrir intensamente. Adoro las historias que me involucran en su trama a través de la intimidad que robo a sus personajes. Por eso no he dejado de vivir desde que empecé a leer “Tal vez vuelvan los pájaros”, de Mariana Osorio Gumá.

De joven, muy joven, deliraba con Pedro y el capitán o La casa de los espíritus, cuyos argumentos me provocaban un profundo dolor y una frustración aguerrida que transformaba en pequeñas acciones sociales: solidarizarme con el movimiento Zapatista y viajar a Chiapas para cambiar el mundo, por ejemplo. También me llenaban de una tristeza muy honda al no comprender de dónde surge ese irracional placer del ser humano por humillar y destruir a sus iguales.

Tal vez vuelvan los pájaros, recomendada por mi querido Toño Malpica, es una novela, intertextual y lúdica, que desde la mirada de una niña de ocho años nos arrastra a vivir el golpe militar chileno del 73. Cada página me ha hecho acompañar a Mar, muy cerquita, como si la espiara, y al mismo tiempo tuviera amarradas las manos para no poder ayudarla en su terrible transición hacia el exilio, en un país agonizante.

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A pesar de ser un recuento realista de los hechos que llevaron a Pinochet y sus miliconstruos* asqueturientos* al gobierno de Chile, no se trata de una novela histórica tradicional, pues los hechos sólo enmarcan la transición psicológica del personaje y su mirada, llena de fantasía, tradiciones y realismo mágico. En este caso, como señala Tanen, la Historia se perfila como creación, no como reporte. La ficcionalización de los hechos revela, en un tono intimista y juguetón al mismo tiempo, las aspiraciones y las verdades que poco a poco construye la protagonista.

La narración es tan equilibrada que combina escenas de una crudeza terrible, propias del golpe militar, con momentos ingenuos y llenos de poesía y nobleza. El resultado es una montaña rusa de emociones donde descubrimos, con Mar, un sinfín de sentimientos con los que paladeamos la vida. Con creatividad y sensibilidad sin límites, la autora cuestiona el mundo, desde los ojos de Mar, en todas direcciones, pero sin llegar a lo ilustrativo.

No sé si lo que más me ha cautivado de la novela es la relación peculiar y entrañable de Mar con Celia y todas las metáforas que representan el amor y la solidaridad entre ellas, o la propuesta lingüística de la novela, donde las palabras son alas de mariposa: frágiles, hermosas, poderosas. Son conjuro y juego. En ellas se cimbra la herencia de la abuela y la inventiva desbordante de la infancia, así como las tradiciones ancestrales de los pueblos originarios de América en un dialecto chileno lleno de colores y vibraciones.

Leer esta novela ha sido una experiencia tan extrema que me siento vulnerada, como si hubiera vivido una vez más esas historias terribles que ya transité con Neruda, Galeano, Benedetti y hasta Allende, pero ahora desde la mirada de una niñita de 8 años y su lucha por conservar la alegría. Acompañé a Mar por una ruta de dolor difuminada con su ingenuidad, que ahora tengo en el pecho un gigrandesco* hueco que no sé qué otras historias podrán aliviar. Ya no quiero leer nada más. Quiero seguir acompañando a Mar para inventarme que puedo acariciarla y decirle que la vida no es tan dura, que no hay niños asesinados por miliconstruos ni en Chile ni en Ostula; que ningún gobierno puede desaparecer a sus ciudadanos y mucho menos si son estudiantes; que la prioridad de los adultos es la seguridad de los niños y nunca se podrá incendiar una guardería por negligencia y corrupción. Que ningún otro niño del mundo sufrirá en otra guerra. Quisiera regresar una y otra vez a la novela para cambiar la Historia.

No hablaré más sobre el texto porque sin duda, y apegándome a la clasificación de Carmen Alanís sobre los libros que sí y libros que no, esta novela pertenece a los primeros, pero a la subclasificación de “imprescindibles”. Tal vez vuelvan los pájaros es una novela que, con urgencia, debe estar en toda biblioteca y debe ser leída por todos los seres humanos sobre la tierra. C2

 

*palabras inventadas por Mar (entre muchas otras) que le dan un tono travieso y emotivo a la narrativa.

 

 

Sobre el autor

Se doctoró en Estudios de la cultura, por la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde también obtuvo el grado de maestra en Lengua y Literatura Hispánicas. Se desempeña como profesora e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y en el Tecnológico de Monterrey. Es autora de un libro de cuentos: Historias para leer en lunes (2010).

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Se doctoró en Estudios de la cultura, por la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde también obtuvo el grado de maestra en Lengua y Literatura Hispánicas. Se desempeña como...

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