La poesía es la realización más sublime de la lengua.
Pero también, como dice Hölderlin, la más inocente de las ocupaciones, porque surge del juego, de la inocencia más pura cristalizada en imágenes y sonidos; por eso también significa la invención de universos ilimitados. La naturaleza del poema, asimismo, vuelca la esencia de su creador en la palabra, y subyace en su forma el universo real del poeta.
Cuando nos enfrentamos a la obra artística, nuestro universo se cimbra y produce cataclismos interiores.
La función del arte, como bien señala el poeta alemán, es la evocación y la invocación: llamar al mundo, re-crearlo, hacerlo nuestro; sin embargo, su tarea más compleja es su capacidad de provocación. Cuando nos enfrentamos a la obra artística, nuestro universo se cimbra y produce cataclismos interiores que, sin duda, nos marcan. Del arte, como lo han dicho los que saben, no salimos ilesos. Las musas nos seducen y construyen puentes, afables o pedregosos, para convivir con el ser que está detrás de su gestación.
La lengua literaria tiene múltiples (y probablemente infinitos) matices, pero en su forma lírica, su nivel de convocatoria se rige por principios ajenos a la razón. El poema nos convoca para ungirnos de su índole y nos confiere nuevas capacidades para ver lo que detrás de la realidad existe.
La lengua literaria tiene múltiples (y probablemente infinitos) matices.
Esta complejidad intrínseca a la expresión lírica ha causado que, cuando se trata de acercar al público joven a su universo, muchas veces, se simplifique, y algunos autores prioricen elementos de su estructura que son sólo formales y que acaso podrían reducirse a reproducir modelos métricos. Por eso, cuando encontramos entre la oferta literaria textos que no sólo abordan elementos estructurales para confrontarlos, sino también elaboran imágenes inteligentes y experiencias sensoriales diversas y profundas a partir de su registro, además de sentirnos estimulados por la experiencia estética, también surge en nosotros una comezón que nos obliga a compartir esa lectura.
Leí hace poco uno de los libros más entrañables que he visto en los últimos tiempos: Escalera al cielo, de Andrés Acosta. En cuanto inicié la primera línea (que aún no decido entre llamarla renglón o verso), fui convocada a un estado de nostalgia y, hasta cierto punto, esperanza, que me hizo sentir también un poco atribulada por estas emociones que podrían ser excluyentes, pero que inevitablemente configuran un poema narrativo o una novela (por la profundidad en la caracterización de sus personajes) lírica.
Por una parte, su historia es muy dura y por otra conlleva también a algunos brotes de optimismo.
Por una parte, su historia es muy dura y podría parecer que narra las peripecias de una pareja que decide (sí, decide ante la opción) continuar la gestación de una bebé cuya “normalidad” ha sido anulada. A través de la voz del padre de una “niña especial”, y con recursos oníricos, vamos enfrentándonos a la realidad y a las emociones cotidianas que enfrentan sus padres, y la misma Atototzin, para soportar el mundo. Por otra parte, el sentido simbólico de los elementos “narrativos” detonan interpretaciones tan abiertas que podrían dejarnos un espacio para pensar en que la adversidad conlleva también algunos brotes de optimismo.
A nivel anecdótico, Escalera al cielo es una novela entrañable que combina magistralmente la dureza de los temas que proyecta, con la belleza y la ludificación del lenguaje. En el tejido de la trama, Andrés Acosta construye imágenes poderosas que le dan vida a una narrativa cruda y dolorosa, donde las emociones rasgan la intimidad de los personajes y también la de nosotros mismos. A diferencia de muchas historias que pueblan el corpus de la literatura infantil y juvenil, esta propuesta lírico-narrativa estimula nuestra imaginación para re-crear el universo ficcional, y también es un llamado profundo a nuestras emociones que, movidas por la belleza y sonoridad de las palabras, nos conduce a diversas formas de catarsis.
Uno de los recursos narrativos más eficaces para generar un pacto ficcional intimista es el empleo de la primera/segunda voz del narrador. El padre de Atototzin empieza a narrarle a ella, a la niña, todo lo que ha significado su llegada y la forma en que su realidad se ha transformado desde su presencia/ausencia. En esa complicidad, los lectores nos dejamos llevar a lo más profundo del amor filial enmarcado por las adversidades. Llega un momento de la lectura en que dejamos de ser espectadores y nos transformamos en el dolor y la dicha que producen las palabras.
Escalera al cielo, es un texto lírico-narrativo que puede ser disfrutado, desde muchas perspectivas y niveles.
Sin duda, Escalera al cielo, es un texto lírico-narrativo que puede ser disfrutado, desde muchas perspectivas y niveles, por cualquier tipo de lector, de cualquier edad. Quizás los lectores que tenemos más páginas recorridas en el camino, nos sorprenderemos gratísimamente al descubrir intertextos que nos llevan a completar las imágenes desde la tradición literaria, pero con toques de un humor irónico que nos arrancará una sonrisa en medio de la desolación. Asimismo, la referencia de escenarios oníricos nos provocará una continua “lucha” entre el sopor imaginativo y la rudeza de los temas que aborda el autor: la pérdida, la diferencia, el abuso a niños y adultos, la discriminación.
El equilibrio entre las imágenes, la historia tan eficazmente contada, el lenguaje poético y los intertextos conducen a una experiencia lectora muy significativa de donde no saldremos incólumes pues la esencia del sujeto creador se nos revelará como indicio para recuperar nuestros propios calvarios. C2
Eduardo Escalante Gomez -
Uno quisiera tener a esta escritora como lectora e interprete de lo que uno intenta. Que concepto más importante al inter-textualidad. Como escritor puedo decir que acierta plenamente sobre las cataclismos del lector y por supuesto las tormentas, pasiones y paraísos del poeta. Felicitaciones, siga publicando su exquisita prosa. Los autores necesitan que alguien subido a una roca y mirando el mar (aunque sea una metáfora, porque no sé donde vive), envié aromas dulces, refrescantes, es lo que produce alegría de seguir escribiendo.