A Alain lo conocí en la escalinata de la universidad, traía una revista de arte contemporáneo. Me enseñó su cuaderno. Le había hecho unos dibujos en poses extrañas a Cecilia.

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Era de una banda más joven que venía de la frontera, de lugares que tienen nombres de presidentes del PRI. Luego me los topaba por el Office Depot, compraban regularmente aire comprimido. Alain expuso en colectivas y una individual en un bar. Me pidió que le tomara unas fotos con unas mascaras de bolsas negras y comenzó a usar el seudónimo de Orvar. Rompía algunos de sus dibujos y comenzó a modificar instrumentos musicales. En Cuba tocó dos noches con su proyecto de noise Xactácea. Les robaron sus aparatos y perdió una pata de venado. Decían que eran originarios de Ave Fénix, Coahuila y no de Monclova.

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Su dibujo “Uno” ganó el primer y único concurso de pintura que se ha hecho en la ciudad. Con esa lana se fue a Berlín. Vivió unos años en Tacheles. Casi al mismo tiempo que cerró el lugar le dieron el FONCA y tuvo que regresar. Nos volvimos a ver cuando recién me mudé a la Ciudad de México. Él se iba a Asía con otra beca. Supimos que anduvo por Taiwán, por Indonesia y en Nepal.

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Me acuerdo que en alguna casa en donde vivió en mi ciudad, armaron un evento en donde tocó una lavadora vieja y un grupo sin bajista de trash. Tenias que chutarte como a un monje gritando con un micro distorsionado en la bañera cuando entrabas a orinar.

 

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