Alfonso Reyes asegura en El Deslinde que la literatura no está al servicio de ningún poder o discurso que presuponga un empleo utilitario…

Los juegos de la violencia

Sin embargo, a pesar de que no sea utilitaria, o eferente, la literatura siempre tiene una función porque articula saberes e intuiciones que nos permiten comprender el mundo. Incluso la obra más experimental o la más purista, a pesar de que su búsqueda sólo sea estética, al ponerse en circulación y en contacto con la mirada de los lectores, se convierte en una forma de comunicación que imprime una huella cuya función se asocia con algún área de la existencia. Es decir, la literatura siempre tiene una función social, política, pedagógica, cultural.

No es ajena la idea de que la “verdadera” historia de la humanidad se conoce a través del arte.

No es ajena la idea de que la “verdadera” historia de la humanidad se conoce a través del arte. El discurso histórico oficial, como sabemos, siempre está sesgado -voluntaria o involuntariamente, por la visión de quienes escriben la historia; al contrario, el arte sólo se manifiesta como una necesidad intrínseca del ser humano y, por ello, nos revela su naturaleza y las condiciones en que se produce.

Esta es la peculiaridad que caracteriza la obra de Ricardo Chávez Castañeda, la cual nunca deja de sorprender: su capacidad para revelar el mundo, sin ser dogmática, pedagógica ni utilitaria. Con la precisión y contundencia de un experto boxeador, sus novelas saben cómo noquearnos. Siempre subimos y bajamos por los entramados de la realidad ficcional en compañía de personajes intensos, inteligentes y retadores que provocan al lector, lo cimbran, lo obligan a pensar y a conectarse con el mundo.

El autor presenta una historia que se desarrolla en una escuela donde la violencia entró sin pedir permiso.

Los juegos de la violencia, novela editada por Urano a finales del año pasado, no es una excepción: el autor presenta una historia que se desarrolla en una escuela donde la violencia entró sin pedir permiso, con lo que se ocasiona una serie de incertidumbres que obliga a los adultos a tomar cartas en el asunto. Los directivos deciden que, para erradicar la violencia, primero se tiene que hablar de ella, y para hacerlo, necesitan reflexionarla. Eso conduce a la comunidad educativa a idear una estrategia que inserte a los niños dentro de la violencia, pero de una manera controlada, para que, luego de experimentarla, la nombren, la controlen y la destierren de su comunidad. Visto así, parecería un proyecto fácil y hasta factible; sin embargo, a lo largo de la trama, nos vamos dando cuenta de que todos y cada uno de los participantes, independientemente de su edad, sienten una atracción particular por ese arranque natural que caracteriza a los seres humanos y que no se puede controlar. En esta novela, el autor presenta, desde la perspectiva de un pequeño narrador de 11 años, la forma en que los más pequeños descubren su propia vulnerabilidad al tiempo en que se reconocen como seres que pueden ejercer y hasta disfrutar la violencia sobre los otros.

A lo largo de la trama encontramos reflexiones muy profundas, en la voz de Chávez, del pequeño protagonista cuyo padre también es maestro de la escuela en que estudia, y donde se ha suscitado un estallido de agresiones sin precedentes. El narrador, asimismo, comparte una mirada adulta que se enuncia desde la distancia, a pesar de ser la primera persona, y por ello distinguimos los miedos “actuales” de los personajes y la reflexión reposada, desde la distancia, que no duda en revelarnos sus miedos y su debilidad.

La fragilidad es una constante que acompaña a los personajes en la medida en que van involucrándose.

La fragilidad es una constante que acompaña a los personajes en la medida en que van involucrándose en una vorágine que los pone a prueba, desde un presupuesto creativo, despojado de todo rasgo de cotidianeidad pues, casi por definición, en la escuela se busca la seguridad y el bienestar de los alumnos y maestros. Sin embargo, lo que detona la arriesgada decisión es precisamente que todos los presupuestos de seguridad no se lleven a efecto. La escuela es, más bien, un caldo de cultivo donde los victimarios tienen presas cautivas a su merced.

Una de las premisas de la historia es que necesitamos hablar para conjurar el mal.

El planteamiento de la directora de la escuela implica que se experimentará el abuso, el mal, la violencia, desde un proceso controlado; así, los pequeños se enfrentarán a una situación extrema, pero sólo para analizarla, cuestionarla y conjurarla para siempre. Por eso necesitan hablar de ella. A partir del diálogo, entonces, se llegará a la reflexión y a las respuestas. Como planteamiento pedagógico podría parecer no sólo factible, sino necesario. Sin embargo, la realidad que nos cuenta el otro Chávez, el autor, es impredecible. Incontrolable.

El aparente tremendismo que late en la novela, más por su contenido, que por su forma, tiene la capacidad de despertar el diálogo interno del lector, pues es imposible una lectura fluida y afable. Casi a cada vuelta de página es necesario detenerse y conectar las experiencias personales con la inquietud ficcional. Es indispensable establecer un diálogo con el texto y con nosotros mismos. Por eso la narrativa dialógica de Ricardo Chávez Castañeda siempre es entrañable y necesaria; plantea un proceso en el que el lector colabora de forma activa con la ficción para desentrañar el sentido, y del que sale siempre transformado.

La escuela, vista así, es un espacio en el que dejamos a seres indefensos y muy vulnerables

Dentro de los temas polémicos que el autor aborda en la novela, me parece relevante la forma en que hace énfasis en el cuestionamiento sobre la validez de los procesos pedagógicos que, sin duda, evidencian la lucha de poderes en contextos donde, de antemano sabemos, hay desigualdad. La escuela, vista así, es un espacio en el que dejamos a seres indefensos y muy vulnerables bajo la tutela de adultos que pueden cometer sobre ellos todo tipo de abusos de forma impune. Ese presupuesto no sólo nos cuestiona como lectores individuales, sino que nos lleva a preguntar sobre la validez del sistema educativo en general.

De igual manera, la novela nos pone frente a la posibilidad de dudar sobre el valor que la ira y la crueldad tienen como alternativas para frenar la inmovilidad de esa inercia que existe en la escuela y que ya todos asumimos y validamos como algo natural. A la escuela, los niños van, voluntaria o involuntariamente, a someterse; a ofrecerse en bandeja de plata al poder casi ilimitado de los adultos.

Los procesos enseñanza-aprendizaje llenos de desigualdad, se nos revelan como un modelo indeseable.

Los procesos enseñanza-aprendizaje llenos de desigualdad, donde asumimos acuerdos impuestos unilateralmente por un poder incuestionable se nos revelan como un modelo indeseable. Desde esta perspectiva, Chávez Castañeda le otorga voz a los menores, a los que son más vulnerables para empezar a nombrar lo que les daña, a lo que temen, y para que los adultos nos involucremos en idear otras formas para intentar salvarlos.

No encontraremos, sin embargo, una obra didáctica ni moralista; no leeremos un manual de enseñanzas para combatir la violencia, ni guiños que nos revelen formas para ser adultos más justos. Experimentaremos la posibilidad de comunicarnos con el monstruo más profundo de nuestra naturaleza, el que vive debajo de todas las capas que nos hemos y nos han impuesto, para intentar entender qué es lo que nos lleva a violentar lo que nos rodea, y quizás, a proponer modelos alternativos para construirnos. C2

Sobre el autor

Se doctoró en Estudios de la cultura, por la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde también obtuvo el grado de maestra en Lengua y Literatura Hispánicas. Se desempeña como profesora e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y en el Tecnológico de Monterrey. Es autora de un libro de cuentos: Historias para leer en lunes (2010).

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Se doctoró en Estudios de la cultura, por la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde también obtuvo el grado de maestra en Lengua y Literatura Hispánicas. Se desempeña como...

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