Categorías: Literatura

Me muero de “sin usted”

Sobre las Cartas de Gilberto Owen a Clementina Otero.

 

Hay cosas que irremediablemente se diluyen en el líquido del tiempo, quedando acaso una nostalgia que de vez en vez uno arrastra al presente para tranquilizarnos en este mundo tumultuoso.

El género epistolar es un genero que se diluye. Disminuido a fuerza de golpes tecnológicos, se atrinchera en sus últimos refugios. Podemos encontrar cartas desde el antiguo Egipto en el siglo XXV a.C.; en Homero; en las épocas bíblicas; y después siguen flotando en la historia y las encontramos como paradigmas: las cartas de relación de Hernán Cortes; la notoria carta de Sor Juana a Sor Filotea; la desgarradora carta de Wilde  “De Profundis”; la mil veces imitada “Cartas a un joven poeta” de Rainer Maria Rilke; la “Novela en nueve cartas” de Dostoievski  y una larga lista que puede seguir. La carta ha viajado por los tiempos y circunstancias como su género lo exige.

El envío de una carta no sólo era de palabras, era de texturas y colores…

Hubo un tiempo entonces en que la comunicación tenía una forma escrita más para el intercambio directo de ideas, pensamientos, esperas y esperanzas. Había un tiempo de comunicación sin abreviaturas y sin economía de letras, las palabras fluían como ríos sin estiaje. El envío de una carta no sólo era de palabras, era de texturas y colores, filatelia de la desesperación y el ensueño; oficio de la expectativa, grafología para un ansioso.

En ese entonces el telegrama era solo una urgencia, brevedad a veces incomprensible. No es aventurado decir que al final ganó terreno y se instaló en los mensajes de texto, reclamó sus propiedades de piedra y desiertos abreviados, puso sus banderas en el twitter y en los muros del Facebook, para dejarnos sólo la síntesis de la síntesis, mensajes apurados que no llegan a veces ni a nota de refrigerador.

Hace años caminaba por la Biblioteca Nacional y había una pequeña exposición dentro de la misma sobre las cartas de Gilberto Owen a Clementina Otero. La exposición contenía las cartas impresas en gran formato y sólo hizo falta leer unas líneas para quedar entre reflexivo e impresionado; reflexivo un poco por lo que contaba arriba e impresionado por el poder y contundencia de tales epístolas.

Las Cartas de Owen tenían su raíz en el desengaño o más bien en el rechazo amoroso: Gilberto Owen, poeta y dramaturgo, se enamoró profundamente de Clementina Otero, actriz de vanguardia. En esa época ambos participaban en el “Teatro Ulises” e incluso en algunas cartas él la llama Dionicia, papel que ella representaba en una puesta en escena. Recordemos como nota al pie que además estaba muy activo el grupo de “Los Contemporáneos”.

En las cartas vemos un Owen desesperado, indeciso, preocupado, atormentado por los fantasmas del amor no correspondido, avasallado por Eros; un Owen a la espera constante de una aceptación, enamorado aún en la distancia, porque ni estando a kilómetros podía olvidar a su Clementina y tal vez nunca lo hizo.

Vemos en sus textos las posibilidades de la carta, cercana a ese ideal surrealista de la escritura automática, ya que parecen escritas por alguien en trance, pero se nota también que no hay nada como la carta para dejarnos a la intemperie, expuestos por entero ante el otro y aún más porque hay mayor fragilidad en una carta de amor. Si el género persiste a la fecha, creo que es precisamente porque está arrinconado y resistiéndose allí, en el rincón del despecho y en la decepción amorosa.

En el caso de Owen para con Clementina el poder de la palabra no fue suficiente (casi nunca lo es); su invectiva para enamorar a Clementina no prosperó. Según contaba la propia Clementina, ella ansiaba esas cartas escritas con tinta verde, en que Owen no hacia más que insistir en acercarse a ella y acaso lo lograba. El Owen que se acercaba a Clementina Otero era el Owen universal, el Owen literario, el poeta; no el Owen individual y el Owen hombre como género que el hubiera querido que Clementina notase y abrazase. Clementina se enamoró de la palabra de Owen pero no de Gilberto.

No hay paraíso más que el paraíso perdido, es bien sabido. Owen lo supo por el camino difícil, el único posible en asuntos de amor y eso es lo que da contundencia y ternura en esas cartas pero sobre todo nos da afinidad, nos hermanamos con Owen. ¿Quién puede decir que no ha tenido un amor no correspondido?

Sin más, dejo aquí unos ejemplos de estas cartas. Los errores son propios del género. Hay un par de ediciones del libro donde se encuentran publicadas; uno editado por la UAM ya agotado hace algún tiempo, y otro editado por la editorial Siglo XXI que no es tan complicado de conseguir. C2

 

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Marc@

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