“Hay momentos en que el cuerpo es tan numinoso como las palabras,
días que son la carne buena prologándose”
Robert Hass/Trad. Pura López Colomé
1
No soporto que ocultes tanto bajo la cama. Dedicarme al detalle. Mesa de costura. Piel tejida entre los pigmentos. No hay revelación posible de la carne sin yuxtaposición. La realidad me da esta imagen, debo presentar su plenitud.
2
Los dos que éramos entonces: una cordillera de piel, no un cordero junto a tu costado. Costillas acotando un corazón.
3
¿Cómo amar estos cuerpos? Tocar su realidad, su materia, sin perder uno solo de sus poros. El estudio de estos cuerpos es el sitio de resguardo. Tras el sudor, el aire que nadie lee. ¿Quién te permitió presenciarlo?
4
No puedo morder el centro de esta imagen. Debo rodearla, esconderme detrás del biombo negro, mina adentro del sueño. No hay invención. Un biombo opaco en el estudio. Hemos dejado de posar. Nunca lo hemos hecho. El pintor también está escondido para nosotros. Encuentro un misterio en el fuego de Nápoles que une nuestros cuerpos. Bordes grisáceos que no pueden limitarnos.
5
Tu pezón derecho se yergue como una casa en la colina. Encenderé tu luz con mi lengua. Detrás del biombo queda muy poco espacio. No podemos ocultar casi nada. En este cuarto Freud no vio la hilera de hormigas al borde de la cama.
6
Escucho el sonido de poros abiertos. Vibraciones que exhalan. Secreción. Palabras para responder a tu vecindad, tu cercanía. Hoy nuestra mortalidad palpita aquí sobre la tela.
7
Un hombre y una mujer recostados. Es posible que ambos existan pues los he visto en otros cuadros. Él es corpulento, goza de salud y un buen peso. Ella es menuda, muy blanca.
8
Recuerdas aquel poema donde ella le dice a él: “Te haré un juramento a ti, el de los pies hermosos. Pondrás tu mano derecha entre mis piernas…tomarás mis labios en los tuyos”. Y cuando se hubo saciado, él dijo: “Déjame ir”. Y ella le respondió: “Sigues siendo un niño. Un día los dioses te conocerán como hombre. Por ahora te dejo ir”
9
Pintas sobre el muro soles que acarician. La luz que calienta nuestros oídos y nos despega del sueño. Escurridiza, inquieta a la sombra. Es la luz que madura nuestros cuerpos y nos endulza como a las manzanas.
10
Tal vez un poema en el acto de presentarse satisfecho. Cada uno de nuestros órganos vuelto al sosiego. Tus ojos vieron lo necesario. Mis labios rodean tu oreja. Palabras concentradas despiertan oído adentro.
11
La pintura no necesita de palabras, yo sí de este cuadro. Esta imagen en el centro de la página. Los amantes descansan. Cuántos repetiríamos el ritual. Silenciados y absortos. Materia y convivencia benéfica.
12
No hay blanco posible. Percusión de grises. Ninguna degradación. Nada que censurar. Se agranda nuestro ojo y no repercute. Nada estorba lo que nos ha traído con bien aquí. Los observados orificios. Fuimos brasas luminosas. Nuestra parquedad desdeña el adorno japonés. Yace aquí lo elemental. No hay un lecho de miel, retórica de Sumer, diván en el estudio, una simple cama. Aplicaciones directas desde el tubo. El tema se muestra crudo.
13
Miras el volumen de su vientre, la textura de sus vellos, la curvatura de su miembro. Sus pezones, las venas dilatadas, la elevación de su piel. Piensas en la fortuna de la carne. Besaba también tu dentadura, pero tus huesos no me dan nada. Desnudo tu boca en este alfabeto orgánico, tu ánimo y el mío. Mis dedos impregnados de romero y el arbusto intacto en el jardín.
14
En mi interior tu cuerpo pictórico se distiende.
Vibra y me da un segundo cuerpo sonoro.