Cuando se habla de un “Eterno retorno de lo mismo”, regularmente se refiere a la imposibilidad que se tiene para escapar de los ciclos; ¿es queja?
A veces el conflicto prevalece debido a que ese regreso nos implica un retorno a la inestabilidad; estamos imposibilitados para escapar de yugos que ya antes nuestros ancestros han transitado.¿Por qué volvemos a “tropezar con la misma piedra”?
Si pensamos en el destino como algo intransgredible, como algo que invariablemente tendremos que vivir, no importa cuánto nos esforcemos por escapar de ello; tendremos que surcar los más peñascosos caminos. Como Edipo, que en busca de evitar la catástrofe, termina haciendo justo lo que el oráculo dictaba que haría.
Desde esta perspectiva, México tenía que llegar de nuevo al punto en el que se encuentra; con los estudiantes luchando en las calles, los campesinos exigiendo la revaloración de su trabajo, los sueldos que cada vez alcanzan para menos y el gremio del poder que cada vez es menos claro en tanto el rumbo que pretende, dejando a la luz una necesidad de la extrapolación en las clases sociales, pero en apariencia, hacia el exterior; es el país del “no pasa nada”.
México tenía que llegar a este momento: vivir un estado de terror cual si fuere un secreto a voces, tratar de defenderse como población con policías comunitarios para luego ser acusados de terroristas, de atentar contra el “buen gobierno”. Y entonces pienso en que durante y después de toda hecatombe social, es cuando el arte se renueva y se relanza de una manera más fuerte. Hace tiempo me autoflagelaba al no poder hacer mucho por mejorar las condiciones de posibilidad dentro de mi país, ante ese “Eterno retorno” a la crisis, ante los desaparecidos, ante la pobreza y la apatía de mis congéneres, luego me di cuenta que, a través del arte, puedes tocar al menos una conciencia y si cada conciencia tocada puede, a su vez, tocar a otra, entonces la lucha sigue, de a poco, pero sigue.
Es cierto que para evitar caer en errores pasados necesitamos conocer la historia, hacer un recuento de las luchas, entender los motivos y estrategias, encontrarnos con que de los movimientos anteriores no sólo los progresistas aprenden, sino también los que buscan el enriquecimiento personal por encima de un levantamiento del país. No es casual que en las escuelas de nivel básico se esté implementando no cantar el Himno Nacional, o se haya eliminado del plan de estudios la enseñanza de historia prehispánica. ¿Qué implica esto? Futuros ciudadanos sin raíces, sin fundamentos que los hagan saberse dueños no sólo de este territorio, sino también de sus tradiciones. El Himno Nacional habla de mexicanos en pie de lucha, que llegarán hasta las últimas consecuencias para defender lo que les pertenece, su libertad. Se está creando una nueva generación irreflexiva e insensible a las artes y surge de padres cansados, frustrados ante una lucha que parece no ha valido la pena. Pero, de verdad, ¿no ha valido la pena?
Cuando era niña, gracias a la lucha de generaciones antecesoras, desde primaria se impartían clases de música, se realizaban “bailables” y cada lunes se realizaba una ceremonia en donde no sólo se cantaba el Himno Nacional, sino se daba una exposición de los estados de la República, se nos sensibilizaba a los mitos, leyendas, danzas y tradiciones gastronómicas de las diferentes regiones del país, se hablaba de efemérides como las luchas de 1968, del derecho al voto femenino, incluso del terremoto de 1985 como un momento de cohesión social. Ahora se habla de “efemérides” como el día del abuelo, la celebración de San Valentín y en algunas escuelas se pone por encima el Halloween, al día de muertos. A las nuevas generaciones se les sensibiliza con una dirección hacia una sociedad de consumo, en donde es más valioso el tener un I-phone, un I-pad, a tener una conciencia, valores.
Hace falta mirar hacia el arte. Shakespeare vivía una época conflictiva en Inglaterra; todas sus obras exponen la crisis social; en algunas de una manera más velada, pero siempre hay al menos un par de guiños en donde el espectador veía reflejados los conflictos sociales; la rebelión que tuvo que apagar Isabel I, la dificultad de Jacobo I para ascender al trono; detalles como en Hamlet, cuando el enterrador del acto V dice que mandaron al príncipe a Inglaterra porque “Ahí todos están locos”. Samuel Beckett, que tuvo el infortunio de vivir entre guerras, escribió sobre el patetismo y la dificultad del hombre para adquirir nuevas ilusiones, el mismo Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, vivió las dos guerras mundiales. A los 82 años tuvo que exiliarse en Inglaterra por la invasión nazi, sus libros fueron quemados y en lugar de frustrarse y cesar, dijo en una carta a Einstein que celebraba la quema de sus libros, pues en otros tiempos lo hubieran quemado a él.
¿Y nosotros?, ¿qué estamos haciendo por exponer nuestros contextos sociales?
¿Y nosotros?, ¿qué estamos haciendo por exponer nuestros contextos sociales? Aprendamos de Netzahualcóyotl, segundo señor de Tenochtitlán y gran poeta; presenció desde la copa de un árbol el asesinato de su padre a sus escasos 16 años, intentaron asesinarlo desde antes de llegar al trono, pactó una alianza con Izcóatl y Totoquiyauhtzin para repartir las tierras, plantó árboles, introdujo el riego, encausó ríos y además, mientras dirigía a su pueblo, escribió poesía.
Si damos un brinco abrupto hasta el siglo XX, fueron escritores como Juan B. Delgado, Alberto Herrera, Luis G. Urbina, nombres como el de José Juan Tablada y Alfonso Reyes, todos ellos tuvieron en sus manos la transformación del país no sólo a través de sus letras. El mismo Carlos Pereyra no pudo escapar de su necesidad de escribir ni retornar a la historia para entender su presente; quizá por ello dimitió a sus cargos diplomáticos rompiendo toda posibilidad de acercamiento con los consecuentes gobiernos del país.
Ya por los años treinta encontramos personajes como Siqueiros, Novo, Rivera, Torres Bodet, Orozco, Gorostiza o Villaurrutia exponiendo una sociedad de contrastes en medio de un campo de batalla explícito; mostrando un arte ideológico, reflexivo; fue con esos maestros que surgieron nombres recién homenajeados como Efraín Huerta, Octavio Paz o José Revueltas. Cada uno de ellos con una tendencia política e ideológica muy clara y diferente, pero muy comprometida. ¿Qué sería de la mexicaneidad, con qué cara se verían las tradiciones mexicanas si olvidamos a personajes como Juan Rulfo y su exposición de la ruralidad fantasmagórica?
¿Sólo repetimos los actos fallidos de las luchas sociales?
¿Y nosotros?, ¿estamos retornando a ellos, a su estética e ideales? O, ¿sólo repetimos los actos fallidos de las luchas sociales? Porque ahora mismo no estoy “tomando un fusil” y escribiendo un poema como en su momento hizo José Martí o como Saúl Ibargoyen, a quien su lucha le valió el exilio, no soy alguien como Leopoldo Ayala, quién además de poeta y luchador social, es docente del Instituto Politécnico Nacional desde hace ya casi 50 años. Estoy reflexionando sobre una crisis social, la de mi país, aunque con un fin pragmático, anhelo poder vivir de mis letras, me gustaría creer que el arte se valora, aunque históricamente los artistas son valorados hasta después de muertos. Sin embargo, hace unos meses me preguntaban ¿Si no escribes te mueres?, y respondí que sí, pero aún escribiendo muero de a poco, porque en cada palabra que escribo surge una angustia, una exposición de lo que siento y lo que veo, de lo que me acontece; quizá ahí radica mi eterno retorno, un eterno volver a padecer, a gritar por ser escuchada, a crear conciencia al menos en un lector.
Aunque quizá sin esa sangre no valoraríamos los buenos momentos, una apuesta en mis letras es en pro al retorno de las raíces que nos llevan a una evolución social y no al eterno desangramiento de mi pueblo, a la eterna inestabilidad. Alguna vez leí que “no es posible el error, porque todo lo que decimos significa algo”. Hoy espero que lo que digo signifique algo para alguien, reposicione, que alguien lo aprehenda y no retorne a mis errores. C2
Jan Duran -
Haci es una gran verdad, que suenan en oidos sordos de mexicanos que an perdido la voluntad de lucha, en un pais menospreciado por sus gobernantes enfermos de pode, repiten formas de conductas que fueron el detonante de las luchas armadas en mexico. Solamente esperar la union de ese mexico que a mis 43 años no he podido escuchar. Segire en pie, transmitiendo a los jovenes que tengan esa hambre de saber y sertir el orgullo de ser mexicanos.
Luis Gutiérrez -
Creo que Nezahualcóyotl fue segundo señor de Texcoco, no de Tenochtitlán. Disfruté el artículo.
Joaquín Gumercindo Bravo -
Estoy de acuerdo, es la primera vez que leo algo realmente cuerdo; el trabajo es realmente titánico.
Recuerda que llevamos tres cientos años de esclavitud más doscientos de inestabilidad independiente.
Por cierto, en algún momento se dijo que no estamos preparados para gobernar nos y nos trajeron un emperador Austriaco.