Casi siempre me cuesta trabajo encontrar el título ideal para mis reseñas, pero aunque esta vez no sea muy elaborado, este título sí significa lo que quiero decir.

Si no tuviéramos palabras, no tendríamos pasado, nadie sabría cómo nos hemos construido como civilización; tampoco tendríamos presente, ni maneras de perpetuarlo. No podríamos soñar, ni hacer planes. Desde que era pequeña, me causaba mucha curiosidad pensar en qué pasaba en mi cabeza cuando estaba pensando. Y desde entonces creo que pienso con palabras. O sea, no las veo escritas en mi cabeza, pero pienso en español, con palabras. También los deseos se construyen de posibilidades fundadas en palabras. Nuestras aspiraciones se regodean en palabras y nos seducen: nos invitan a ser y a inventar.

Tengo una predilección por el análisis de narraciones.

Tengo una predilección por el análisis de narraciones porque, de todas las formas en que organizamos nuestros pensamientos, ésta me parece la más flexible, fundamental y, a la vez, mágica. Nos hace contarnos, recontarnos y reconocernos, pero también nos inserta de inmediato en el mundo de la invención, de lo que no ha pasado pero existe en potencia, del poder ser. Y de ahí, precisamente, surge la literatura y otras formas de contarnos para encontrarnos. Y son estas eventualidades las que nos seducen y  nos atraen. De una manera particular, lo hacen las historias que se derivan de una realidad que no conocemos pero cuyos referentes se supone que están consignados en la vida real.

Las novelas históricas o biográficas nos llevan a evocar hechos cuya veracidad no se cuestiona, ya que aparentemente existen documentos que los legitiman. La literatura se encarga de dimensionar esas historias a partir de la articulación de una minuciosa filigrana permeada por la propuesta estética del autor a partir de las palabras, del ritmo y el tono con que se rescatan esos hechos, a los que el lector está invitado como voyerista. Lo más interesante de la recuperación del pasado o de la “vida real” a través de la literatura es la forma en que se convierte en otra cosa; es decir, el escritor aparentemente reproduce una realidad factual, con palabras, pero esa realidad es una ficcionalización convertida en virtualidad, cuya existencia se debe sólo a las palabras sobre el papel y sobre el lienzo que es la imaginación del lector.

Fruta verde, novela de corte autobiográfico, según ha reconocido su mismo autor.

Este proceso es muy evidente en Fruta verde, novela de corte autobiográfico, según ha reconocido su mismo autor, Enrique Serna, quien narra la iniciación en la vida literaria y amorosa de Germán, el joven protagonista. La novela tiene un dinamismo muy especial por la alternancia de voces y estilos que apuntalan un ritmo acelerado, además de imprimirle una dimensión muy vasta al perfil intimista de la historia principal.

A grandes rasgos, podríamos asumir que la vida cotidiana del protagonista se divide en tres ejes complementarios: sus experiencias laborales, literarias y sexuales, es decir, lo que configura el perfil típico de los protagonistas de la bildungsroman alemana pero, a diferencia de esas novelas de aprendizaje, la novela de Serna no se ha considerado juvenil, precisamente por la profundidad y crudo realismo con que aborda las cuitas que atraviesan los personajes.

[blockquote author=”” pull=”pulleft”]Algunos críticos, consideran que es la “primera novela bisexual” escrita en México

Algunos críticos, como Noé Cárdenas, consideran que es la “primera novela bisexual” escrita en México pues el protagonista, como alter ego del mismo autor (según los guiños que hacen referencia a personalidades del mundo de la cultura de los años setenta y ochenta en México), se deja llevar por una serie de acontecimientos que lo conducen a confrontar no sólo su propia sexualidad, sino la moral burguesa imperante.

En esta historia confluyen, casi de manera paralela, la historia de Mauro, el talentoso dramaturgo que se convierte en guía e inspiración del joven Germán quien lo idolatra por su intelecto; los conflictos existenciales de un creador que se debate entre el arte y las cuestiones de la escritura utilitaria, el amor y la vocación; y la actitud devota de Paula, la madre de Germán, hacia su hijo (a quien heredó la fascinación por la lectura) y sus impulsos sexuales contrapuestos a la idea que ella defiende acerca de la decencia.

Esta novela nos atrapa de inmediato y nos lleva a transitar por una nostálgica ciudad de México.

Como toda la narrativa de Serna, esta novela nos atrapa de inmediato y nos lleva a transitar por una nostálgica ciudad de México que se agiganta y se llena de conflictos urbanos a medida en que el propio protagonista crece y se independiza del yugo familiar. Podríamos incluso equipararla a las novela de aprendizaje donde el ‘héroe’ se enfrenta a un intrincado proceso de maduración, del que sólo saldrá airoso guiado por el arte. El contacto con la experiencia artística hará que Germán se cuestione el statu quo y que experimente con libertad la vida, llegando a sacudir la conciencia del lector intensa y afablemente al mismo tiempo, como cualquier otra forma de seducción.

Independientemente de todos los méritos de una novela escrita con la maestría que caracteriza la obra de Serna, el ingrediente más atractivo de su trama, desde mi perspectiva, es el concepto de relación amorosa que va descubriendo Germán a medida en que se cuestiona su realidad y que, lejos de escandalizar al lector, también lo lleva a preguntarse sobre los marcos éticos y morales de la construcción del amor en occidente. Me parece que Serna, más que exponer una serie de vivencias relacionadas con el despertar y la madurez de los jóvenes artistas de clase media, plantea una serie de preguntas cuyas respuestas el lector debe buscar en lo más profundo de su propia ética, estética y moralidad. En este sentido, es una novela que nos cimbra.

A pesar de que se publicó en 2006, y que narra las vicisitudes de personajes de la vida cultural de los años setenta, Fruta verde es una novela totalmente contemporánea en la que el lector puede acompañar las decisiones de un personaje tan entrañablemente humano que no podrá resistirse a su seducción narrativa ni a los retos expuestos como claves para descubrir a las personalidades que se colaron en la trama. C2

Sobre el autor

Se doctoró en Estudios de la cultura, por la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde también obtuvo el grado de maestra en Lengua y Literatura Hispánicas. Se desempeña como profesora e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y en el Tecnológico de Monterrey. Es autora de un libro de cuentos: Historias para leer en lunes (2010).

POR:

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Se doctoró en Estudios de la cultura, por la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde también obtuvo el grado de maestra en Lengua y Literatura Hispánicas. Se desempeña como...

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