¿No podría suceder en los mapas celestes, al igual que en los de la Tierra,
que estén indicadas las estrellas-ciudades y omitidas las estrellas-pueblos?
(Bolaño 1976)
¡Desconcertante!
En los ensayos sobre escritores y poetas ficticios de Roberto Bolaño compilados en “La literatura nazi en América” (1996), se describen a “finísimas personas” en poder de una “riqueza” cultural y una ideología más bien pobre: racistas, supremacistas y ultranacionalistas. Un libro que entremezcla parodias, cinismo, ironía, aferres y lamentos; en cada biografía enaltece al mentado “artista” a la par que relata sus idolatrías, autocomplacencias, vilezas y/o infamias. ¡Desconcertante! Y sí, ha imperado la ostentación de una y solo una ‘riqueza cultural’ que descuidada o deliberadamente se hace extensiva a ‘mi nación’, ‘mi raza’, ‘mi grupo social’ y/o ‘mi género’, para utilizar tal nacionalismo, racismo, clasismo y/o machismo en contra de ‘lo demás’, en contra de derechos humanos de otras personas. En suma, diría Bolaño, se hace ostentación de un lujo nocivo a la humanidad, que se impone como distintivo y se replica como moda en el diario actuar, a través de decisiones, actitudes, mensajes y comportamientos constreñidos y condicionados por tal precepto, nada inclusivo ni simbólica, ni metafórica ni literalmente hablando ¡Vaya! Hasta viajar es estéril pues la realidad extendida se percibe como múltiples variaciones clasificables (‘folclóricas’ pues) que reafirman la visión merma de ‘riqueza cultural’, incluso de manera atemporal. Tal exclusión puede provocar desprecio por “lo otro”, de igual manera que el capitalismo desecha y desprecia la vida humana en aras de una exclusivísima “salud económica”, como lo expuso Judith Butler (1956) durante esta pandemia de la CoVid-19.
A estas alturas sabemos que en el cálculo de riesgos, el capitalismo no se interesa (por decir lo menos) por la salud humana ni la del planeta Tierra. En este contexto surgió, se chatarrizó y expandió un “ambientalismo” burocrático y asociado al “adelgazamiento del Estado” en tiempos del engrosamiento de las trasnacionales a fines del siglo XX e inicios de XXI, que ha invertido mucha energía en diseñar e imponer formatos para certificar las actividades humanas (en educación ha desprovisto el sentido de la enseñanza) sin mirar rostros ni cerros, sin leer ciencia ni poesía, sin escuchar cauces de ríos ni estilos de tocar los xilófonos. Maquilando abstracciones, esta burocracia normalizó la cultura de los “isos” (ισοσ: igual) auditables un tanto cuanto antihumanista, anticientífica, antipedagógica, antinatura, procapital, e incapaz de leer la legalidad inmanente de los diversos procesos naturales ni la riqueza de los entornos pluriculturales. A la Bolaño, ante este ambientalismo oficioso el infrarrealismo ecologista inspirador escribiría la “Literatura plastipack en la Biosfera” o “CoVid-2666”.
Asusta esta pandemia, esta crisis de salud, mutando como “comorbilidad” al SARS-CoV-2, el virus mismo que exacerba los daños de cuerpos humanos en ambientes insanos. Asusta que se acelere la destrucción de ecosistemas y acentúe las desigualdades, pues las crisis históricamente se ceban sobre los más vulnerables, sobre la vida invivible en ambientes inhabitables, contaminados, arrastrando hacia la extinción a varias especies. Sí, las crisis embisten a naciones y personas que más carencias tienen (sistema de salud nulo o debilitado, tierras y agua contaminados): campesinas y campesinas que proveen de alimentos al resto de la humanidad, principalmente.
Fuera de la web, en la ciudad, durante los encierros, hay más silencio; sin embargo, despierto abatida por una pesadilla recurrente: cuerpos de agua con micro- y macroplásticos entre los que nadan tortugas y mis propias células sanguíneas. No, no sueño con el Sars-Cov-2 en la garganta. La noche en cuarentena es aún más silenciosa, tanto como esa ruidosa pesadilla. ¿Reactivarán la economía con la misma fórmula del “crecimiento económico” sinónimo de homogenización, de hectáreas de cemento, colosal despilfarro de energía, industrialización del campo, hiperconcentración urbana-megacomsumista, kiloautomatizada, sobredesvinculación del medio “natural’, supradescuidando la vida rural, teracontaminado tierras y cuerpos de agua, archidañando la salud de todo ser vivo? ¿La religiosidad de una “única riqueza” y un ISO más? ¿Otra vez negará la autogestión de los recursos?
¿La religiosidad de una “única riqueza” y un ISO más? ¿Otra vez negará la autogestión de los recursos?
Se implora silencio y una ética comunitaria para solventar lo que está sucediendo y ¡lo que vendrá! Sin ruido, afinando la percepción, observar, reflexionar y transitar hacia formas más sensible, justas, igualitarias y sanas de relacionarnos con los ecosistemas y entre humanos, de apreciación y defensa de las singularidades. Es pues, poner atención a la diversidad de cosmovisiones y hasta cosmoaudiciones, a las singularidades manifiestas que esconden, incluso, el secreto mismo del origen y devenir de la vida, vivible.
¿Reconfortante?
Nos recuerda Herrero (2018), que “las constituciones son hijas de su tiempo y fruto de las correlaciones de fuerza y equilibrios de poder que se dan en cada momento”, por lo que deben cambiar, cuanto y más ahora “que por cambiar hemos cambiado hasta de era geológica, ya no estamos en el Holoceno, hemos transitado al Antropoceno”. Quizá por esta desconcertante “ostentación de una y solo una ‘riqueza cultural” fue que la Constitución mexicana parió muy tardíamente la identidad de México como nación pluricultural:
“Artículo 2o. La Nación Mexicana es única e indivisible. La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.”
La diferencia entre multicultural y pluricultural no es menor[2]. Así, lo “multi” (mucho) en “multicultural” delinea un concepto descriptivo que refiere la existencia de diferentes grupos culturales dentro de un determinado espacio, más o menos separados y hasta opuestos. Por su parte, “la pluriculturalidad indica pluralidad histórica y actual, en la cual diversas culturas conviven en un espacio, conviviendo e identificándose como diversas pero que, juntas, representan una soberanía indivisible”.
La citada reforma constitucional del Artículo 2º sucede en los albores del Antropoceno. La acelerada pérdida de biodiversidad es una clara manifestación del Antropoceno; aunado al “reconocimiento de la importancia de conservar la biodiversidad”, con la reforma constitucional “se está legitimando el derecho a la preservación de las singularidades –identidades- y valores culturales de las comunidades indígenas, campesinas, mestizas, rurales y urbanas” (Leff y Carabias 1993); y es que la biogeografía, la diversidad de ecosistemas de la Tierra precisa del manejo de recursos y subsidios ecosistémicos de manera diversa, no homogénea. Así que ya entrados en el Antropoceno, el término sustentabilidad[3] como paradigma de sobrevivencia humana en la Tierra aboga por y se sustenta en la diversidad cultural y biológica para garantizar la salud y persistencia del bien común a todo ser vivo: los ecosistemas. Al identificar a México como nación pluricultural se reconoce justamente la pluralidad en los usos culturales de la biodiversidad, ¡se fortalece el paradigma sustentabilidad![4]. La sustentabilidad requiere del prefijo “pluri” (p. e., modelo agroecológico de policultivos) por sobre “multi” (p.e., modelo extensivo de monocultivo).
Bolaño tenía razón, ostentar una única “riqueza cultural” es lujo nocivo para la humanidad; también para la biosfera. ¿Seremos capaces de parar el afán homogeneizante de la cultura ISO? Sí, de entrada tomando más enserio y menos “yupiezcamente” a la ecología y antropología, ¡que son ciencias, caray!
Redes, redefiniciones y reconsideraciones
La biosfera es el más abrumadoramente complejo, integrado,
diversificado, abigarrado y activo ente del universo
(Kauffman 2000)
Los sistemas biológicos son sistemas complejos, desde el nivel celular hasta la biosfera conformada por distintos biomas. Y la biodiversidad se aprecia en la diversidad de componentes estructurales y la manera como éstos interactúan en cada nivel de organización biológica, reiterando, desde el nivel celular hasta el de “biosfera”; por ejemplo, las comunidades formadas por seres vivos de diversas especies que interactúan –se interconectan- de diversas maneras en un ecosistema. En sistemas robustos, digamos un ecosistema selvático, la elevada conectividad entre los componentes (seres vivos y elementos no vivos) es posible justo por la elevada biodiversidad; dicho de otra manera: la diversidad de especies robustece al ecosistema. Coexistiendo en el ecosistema, cada especie desarrolla alguna actividad, desempeñan algún rol, que influye –conecta- directa o indirectamente otra(s) especie(s), como lo indican numerosas investigaciones, destacando las zonas de elevada diversidad: “la riqueza vegetal, la rotación y la diversidad evolutiva rastrean los gradientes de estabilidad y oportunidad ecológica en un centro de megadiversidad” (Colville et al. 2020).
Más aún, para Stuart A. Kauffman (2000), la biosfera (sistema biológico) es un “entramado coevolutivo y autoconsistentemente formado por agentes autónomos” (células, especies) que exploran la vida y establecen interconexiones o relaciones, emergiendo y ramificando nuevas ‘ventajas’ para construir un entorno habitable, nuevas maneras de explorar y posibilidades de “ganarse la vida” (nichos[5]), nuevas especies que establecerán, dada la interdependencia, nuevas interconexiones. La biosfera, “inmensa y profusamente interconectada red de reacciones” que transforman la energía y la materia “como prueba fehaciente de la existencia de un proceso de construcción propagativa”: seres que han construido la biosfera durante 4 mil millones de años. En esta biosfera autopropagativa, “los seres humanos hemos usado herramientas para extender nuestro mundo compartido de hechos y procesos diversificando la manera de ‘ganarnos la vida”. Es nuestra historia, la evolución cultural de las diversas culturas, históricas y presentes en un mundo soberano.
Es nuestra historia, la evolución cultural de las diversas culturas, históricas y presentes en un mundo soberano.
Las mencionadas “interconexiones” se pueden representar cual si redes, redes de interacciones; por ejemplo, la red trófica de un ecosistema. La aproximación metodológica para abordar el estudio heurístico de la organización y los procesos internos de un sistema complejo y dinámico, puede ser el análisis de redes. Las diversas y plurales sociedades humanas también están interconectadas entre sí; las personas que las conformamos somos interdependientes, nos relacionamos desplegando diversos roles y actividades, conformando redes de interdependencia, de subsistencia. Efectivamente, las interconexiones entre humanos, naciones o entre otras especies dan cuenta de la “interdependencia” como máxima imprescindible dentro de sistemas sociales tanto como en la biósfera. Por ende, la exclusión y la pérdida de diversidad no sostendrán al sistema social o biológico, lo debilitan, lo enferman.
En un escrito previo, hermano de éste, digo que si bien derechos humanos y obligaciones guían las relaciones humanas, la organización social no es exclusiva de seres humanos, también se presentan en otros mamíferos, con claro efecto evolutivo, de supervivencia de la especie de manera supraindividual; tal supervivencia de grupo implica otredad, alteridad, bondad, reciprocidad, compasión, solidaridad, altruismo y ¡sentido de justicia!, capacidades que tampoco son exclusivas de nuestra especie (ni producto del desarrollo de sociedades con legislaciones avanzadas, ni debidas a avances tecnológicos o de elevado poder económico) pero que se “aprenden” en un entorno de cooperación.
Interdependencia y cooperación son condición y cimiento de una vida propagativa, vivible. Pero cooperar no se conjuga con capitalismo, e interdependencia no enchufa con individualismo no obstante “el ‘yo’ siempre está poblado y la vida siempre es compartida”, como afirma Judith Butler (2020) para quien la lección ética y social de la pandemia es la necesidad de poner límites éticos a nuestra forma de habitar la Tierra, de limitar la llamada “libertad individual” en contra de la colectividad, cual si “instrumento de destrucción que ha hecho inhabitable nuestro mundo e inviables nuestras vidas”. La pandemia ahora, como la crisis climática ambiental, requieren de “un acuerdo colectivo renovado con la igualdad social y económica” y una sociedad que defienda la salud de todo ser humano, de toda especie en todo ecosistema, pueblo o ciudad. En efecto, la interconexión, “es la conversación que tiene lugar en cualquier abigarrado ecosistema en el que todo individuo es un elemento en la vida de todos los demás” (Kauffman 2000).
Bolaño escribió que la realidad múltiple marea, que la ética infrarrealista es la revolución y su estética la Vida y, particularmente, que “la mejor pintura de América Latina es la que aún se hace a niveles inconscientes, el juego, la fiesta, el experimento que nos da una real visión de lo que somos y nos abre a lo que podemos será la mejor pintura de América Latina; es la que pintamos con verdes y rojos y azules sobre nuestros rostros, para reconocernos en la creación incesante de la tribu”. Años después, un chico atiende una zapatería en New York mientras lee “Detectives Salvajes”; en ese New York, Patti Smith escribe y musicaliza un poema para Bolaño, a través de quien experimenta que es posible ampliar el mundo, el universo; esto, después de lanzar su disco Peace and Noise (1997). C2
Referencias
[1] Ubuntu: “yo soy porque nosotros somos”, térmico vinculado a lealtad y solidaridad en las lenguas Zulú y Xhosa (Ubuntu Latin Jazz Project; https://web.facebook.com/UbuntuLJP/?_rdc=1&_rdr).
[2] En el biología se puede contrastar lo “multi” de los “pluri” enfocándose en la unidad fundamental de la vida, la célula: los seres vivos multicelulares forman colonias, filamentos o cenobios, separados, de “múltiples” células más o menos similares; los seres pluricelulares, indivisibles, se conforman por conjuntos de diversas células especializadas (p.e., células musculares, epidérmicas, reproductivas o nerviosas), especialización que deriva de eventos “históricos” (solo algunos genes se expresan).
[3] La sustentabilidad reconoce “derechos ambientales”, humanos y de los demás seres vivos que coexistimos en la Tierra en este momento y en el futuro. Es, por lo tanto, una práctica inclusiva, fundamentada en el conocimiento empírico y filosófico, como la ecofilosofía. Un ejemplo es la agroecología sintrópica (https://agendagotsch.com/pt/), de interdependencia, basada en la complejidad de las interacciones espaciotemporales de los suelos, la vegetación y demás seres vivos, con metas regenerativas más allá de la sustentabilidad.
[4] “La producción agrícola, ganadera y forestal dependen más estrechamente de las específicas condiciones geográficas y ecológicas e lasque se desarrollan, y que a su vez han incluido en la configuración de los diversos estilos étnicos y valores culturales de las poblaciones que han evolucionado en ambientes específicos” (Leff y Carabias1993).
[5] Nicho: concepto multidimensional que describe cómo “vive” y obtiene sus recursos un ser vivo, lo que limita y lo que requiere para ello.
Bibliografía
- Butler, J. (2020). What Makes for a Livable Life. Festival Aleph, UNAM (https://www.youtube.com/watch?v=4qhh0SAcqtc&feature=share&fbclid=IwAR2L6G_2dxz0a4-RC-CHvluc2H4KiPNDucQxfPLVil5ER9p4rLmWMTeieq8)
- Colville J et al. (2020) Plant richness, turnover and evolutionary diversity track gradients of stability and ecological opportunity in a megadiversity centre. PNAS (in press)
- Kauffman, S.A. (2000). Investigaciones. Matemas, Tusquets, Barcelona
- Herrero, Y. (2018). Organizar la vida en común en el Antropoceno. Revista CTXT Contexto y Acción (https://ctxt.es/es/20181121/Firmas/22927/constitucion-antropoceno-ecologismo-yayo-herrero.htm)
- Leff E, Carabias J. (1996). Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales. Parrúa, México DF