Un lenguaje rimbombante, incomprensible. Una vez un señor después de escuchar a un escritor hablar, volteó y me dijo:
—Seguramente lo que él comentó es súper importante porque no le entendí nada.
Los norteños tenemos fama de personas secas, de pocas palabras. En mi ciudad natal, hace algunos años sólo se les escuchaba ese tipo de lenguaje a los escritores. Si algún artista plástico lo usaba lo considerábamos medio loco. Unos al final sí lo estaban. Ellos tenían la ventaja de organizar las ferias de libro locales y hasta ese entonces sólo pocos habían tenido becas y encuentros nacionales.
Los artistas visuales éramos los menos afortunados. Si se colgaba obra de foráneos, sólo era de figuras y la mayoría ya estaban muertos. Si extrañamente acudía alguno, ya era un viejito que cortaba el listón y sólo convivía con la plana mayor en alguna cena. Muchos fueron los esfuerzos de amigos mayores por alivianarnos afanándonos a proyectos y colectivos en donde los veíamos discutir acaloradamente. De uno aprendí la palabra oxímoron.
Ahora ya hay un montón de talleres, encuentros y roce nacional. Está muy bien aunque seguramente nos tendremos que chutar durante algunos años todos esos proyectos eternos en otros lados, como la planta que siente y hace música por medio de circuitos y todas esas increíbles explicaciones. C2
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