Fotografía: Pavel Vorobiev
Sabes que volverás, que te hallas condenado a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Félix Grande.
Qué voy hacer con esta mi alma entristecida,
con el este ojo pudriéndose en la eternidad de los espejos.
Con esta ciudad donde acecha la luna
bajo el párpado del loco y uno ya no sabe por qué en los muros
alguien abre un hueco para estar a solas.
Qué voy hacer con mis adioses, si voy al mar cuando los barcos ya se han ido,
cuando los pájaros revientan de tristura entre las rocas.
Entonces digo mar y es el caracol cayendo en su espiral sin fin hasta el vacío.
Entonces ya no basta el silencio para estar triste.
Digo.
Qué voy hacer con esta mi alma entristecida.
Con este cementerio de nostalgias marineras.
Con esta tristisura que llega sin prisas con el viento.
Qué voy hacer entonces con las voces de mis muertos.
Qué voy a decirles cuando al fin llegue el olvido a desterrarnos.
Quizá prenderles una llama.
Quizá reír frente al espejo hasta descubrir que el aquí no es más que el reflejo
de un allá donde gira el ojo en el agua líquida del fuego.
Donde ojo y pez se transfiguran en el su aniquilamiento formal de las miradas.
Qué voy hacer entonces con esta mi alma entristecida
Si alguien dice que se muere cuando el viento silba entre los juncos,
Cuando las olas depositan en las playas blancas salpicaduras de espuma
y el mar golpea contra la quilla de las barcas amarradas en los muelles.
Qué voy hacer entonces si todo lo se vuelve lento al su principio,
si estas rompidas palabras de amor no dicen nada.