–Buen día. ¿Aquí es donde se hace el registro para la fiesta de la Tabla Periódica?
–Sí. ¿Usted quién es?
–Soy el 22.
–¿Cómo?
–Soy el elemento con número atómico 22. Un mol de mí pesa 47.867 gramos. Soy un metal de transición y pertenezco al grupo 4. Mi número de oxidación es de +4, mi configuración electrónica es [Ar]3d24s2. Además…
–¡Pare, pare! Va usted muy rápido. Para registrarlo tengo que hacerle algunas preguntas. ¿Cuál es su nombre?
–Me llamo Titanio, pero mis amigos me dicen Ti
–Bien. ¿Sabe por qué se llama así?
–Sí. Le explico. Resulta que mi descubridor original fue un clérigo y mineralólogo inglés llamado William Gregor, quien me encontró mientras estudiaba las rocas en una mina en Cornwall en 1791, pero no me bautizó. Fue mi segundo descubridor, un químico alemán que respondía al nombre de Martin Heinrich Klaproth, quien en 1795 me llamó Titanio. Me nombró así en honor a Los Titanes, semi-dioses muy poderosos de la mitología griega. Y me va bien el nombre, porque sí soy poderoso.
–Poderoso pero no modesto, por lo que escucho. Continuemos. Cuál….
–Antes de que siga con sus preguntas, ¿me va a tomar una foto para el registro?
–No. El organizador de la fiesta piensa que no es necesario. Lo siento, pero ya sabe cómo es el asunto de las jerarquías. Ya lo dice el refrán: donde manda capitán no gobierna marinero.
–Qué lastima. Yo que vine hoy con mis mejores galas.
–Continuemos. ¿Cuál es su dirección?
–Estoy en todos lados. Dicen que soy el séptimo metal más abundante en la corteza terrestre, que represento el 0.7% de su masa y calculan que actualmente hay unos 600 millones de toneladas de mí. Pero si tiene que escribir algo más específico en su formato, póngale que me explotan en grandes cantidades en Australia, Sudáfrica, Canadá, India, Mozambique y China.
–¿Algún domicilio en México?
–Sí, en Chiapas. También estoy en todas las playas con arena oscura.
–¿Y lo encuentran desnudo? ¿Vive solo?
–¡No!, para nada. Siempre estoy acompañado de mi buen amigo el oxígeno. Aunque los químicos, esos alcahuetes que se pasan la vida facilitando los encuentros amorosos entre los elementos, llaman a nuestra asociación óxido de titanio
–¿Tiene isótopos, primos hermanos para que me entienda?
–Sí, tengo cinco. Pero no me llevo bien con ellos. Son unos buenos para nada. ¿No me diga que están invitados a la fiesta?
–No, no están. La fiesta es exclusiva. Sólo vendrán 118 elementos. ¿Cuáles son sus mejores virtudes?
–Pues no quiero pecar de presumido, pero tengo muchas, extraordinarias, virtudes. La primera…
–No será para tanto ¿no? Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.
–¡Usted y sus refranes! Déjeme explicarle. La primera gran virtud es que tengo la mayor proporción dureza-densidad entre los metales. Soy tan duro como el acero pero al mismo tiempo soy poco denso. Mi tensión de rotura, como dicen los físicos, es de 430 MPa y mi densidad de apenas 4.507 gramos por centímetro cúbico. No sólo eso, cuando los químicos alcahuetes me divorcian del oxígeno y me ponen en matrimonios arreglados que llaman aleaciones, sólo me rompo cuando la presión alcanza 1400 MPa. Todo esto me hace un metal dúctil y maleable, y por eso me pueden vender como hilo y como planchas delgadas. Además, tengo una gran resistencia…

–¡Espere! Otra vez va usted muy rápido. Deje que afile mi lápiz… ¡Listo!. Continúe por favor.
–Le decía que tengo una gran resistencia a la corrosión. Con decirle que el ácido sulfúrico que no esté muy concentrado y las soluciones de cloro me hacen los mandados, o lo que el viento a Juárez, para que me entienda.
–¿Qué más?
–Fundo a 1650 grados Celsius y por eso algunos me llaman y usan como metal refractario. Encima, tengo la gran virtud de no ser tóxico al ser humano, aunque hay quienes han dicho que sí puedo serlo. Como no es un asunto de consulta popular, mejor se lo dejamos a la ciencia.
–¿Cuál es su peor defecto?
–Mmm, ser menos ligero que mi compañero el aluminio. Pero soy el doble de fuerte. Lo traigo en el nombre. Ya le dije hace rato, soy un Titán, un poderoso.
–¿Y todas esas virtudes para qué sirven?
–Para un montón de cosas. ¿Tiene listo el lápiz? Como aleación me emplean en motores, sistemas hidráulicos, aviones, helicópteros, armaduras de automóviles, barcos, motores, naves espaciales y, desgraciadamente, también en misiles. Para que se dé una idea, dos terceras partes de todo lo que se produce de mí se emplea en aeronaves. Por ejemplo, cada Boing 777 tiene 59 toneladas de mí. También me usan en todo tipo de utensilios deportivos como raquetas de tenis, palos de golf, cascos para hockey y futbol americano, y en marcos de bicicletas.
–¡Impresionante! ¿Hay más usos?
–Sí. Como soy biocompatible me emplean en herramientas quirúrgicas y en implantes médicos. También me integro a los huesos, soy la estrella de la película en implantes dentales y ortopédicos que pueden tener una vida útil de hasta 30 años.

–¡Estoy anonadado! ¿No me diga que hay más?
–Pues claro que hay más. Soy parte del pigmento blanco empleado en pinturas y plásticos. También soy un aditivo en alimentos procesados porque ayudo a mantener durante más tiempo su inocuidad, frescura, sabor, textura y apariencia. Y no me quedo ahí, también me adicionan a pastas dentales, a cremas para la piel y formo parte de muchos excipientes que acompañan al ingrediente activo de gran cantidad de fármacos.
–Pero usted no tiene nada que ver con el mundo de las artes, ¿o sí?
–¡Agárrese de la silla! Las cubiertas de los edificios que albergan los museos Guggenheim en Bilbao, España, y la Cerritos Millennium Library en California, Estados Unidos, están hechas de mí.
–Vaya catálogo de usos. Sorprendente. Ya casi terminamos el registro. En la fiesta habrá mesas de 10 elementos. Para sentarlo junto con los elementos con los que tenga buena relación ¿Quiénes son sus mejores amigos?
–Mi compañero natural, el oxígeno y mis compañeros de aleaciones: hierro, aluminio, vanadio y molibdeno.
–Haremos lo posible para ponerlos juntos. ¿Hay alguna pregunta que desee hacer?
–¿Habrá baile en la fiesta?
–No es seguro. El organizador aún no contrata a la orquesta. Aquí entre nos, creo que no le gusta bailar.
–Ojalá que sí haya. Quiero pedirle a la única dama en la Tabla, la plata, que…
–¿La única de verdad?
–Sí. La Tabla Periódica no sabe de equidad de género.
–Eso sí que es políticamente incorrecto.
–Deseo que la plata me conceda una pieza de baile, un vals de preferencia. Hace tiempo que quiero relacionarme con ella, pero nomás no me hace caso. ¡Se ve tan guapa cuando se disfraza de anillo o de collar!
–No se desanime, tiene todo un año de fiesta, todo el 2019, para convencerla de que baile con usted.
–Tiene razón. Como dice el refrán: no hay peor intento que el que no se hace.
–No le prometo nada, pero voy a decirle al organizador que invite un buen químico alcahuete para que le eche una mano con la plata. ¡Nos vemos en la fiesta, mi buen Ti! C2