Muchos han leído la novela del escritor británico J. R. R. Tolkien: El Señor de los Anillos. Es una obra de fantasía desarrollada alrededor de unos anillos de poder, los cuales son gobernados por uno más poderoso.
Parte del mundo imaginario de Tolkien es, en realidad, descrito en otras novelas que preceden a los anillos. Esto se puede advertir en El Silmarillion, novela publicada después de su muerte. Y es que entre tanto entretenimiento que la novela contiene es posible preguntarse sobre el origen de los diversos seres y objetos valiosos. Por ejemplo, ¿cuántas épocas ha habido en ese mundo desde que se puede tener conciencia de él por los mismos personajes? Las preguntas son muchas y aunque es permitido responder algunas cuando se leen las novelas del Hobbit, sin duda el origen del mundo de Tolkien se puede leer en el ya mencionado El Silmarillion. Citemos parte del comienzo:
“En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música…”
Es decir, que incluso en el principio de todo ya había algún ser capaz de crear otros seres. Estos seres eran capaces de tocar música, aunque no sabemos estrictamente qué clase de música. Sin embargo, lo que queda claro es que cuando Ilúvatar los convocó a tocar una gran música, mediante todas las notas desprendidas se fueron creando todos los seres y personajes del mundo de Tolkien posterior. Poco a poco nació la naturaleza arbórea, montañas, aguas, miles de seres por doquier, y tarde o temprano aparecerían los elfos, los enanos, los hombres, etc. Ilúvatar y sus hijos, los vástagos de su pensamiento, estaban creando ese mundo mediante música. Las voces de los Ainur, que emergían de arpas, violines, pianos, pífanos y violas, creaban todo objeto material. Todo es descrito en El Silmarillion en un sentido bello y abstracto.
Y en esa narrativa de creación de materia a partir de la música, me surge entonces una idea comparativa curiosa: pensemos en un arpa cuyas cuerdas vibran para emitir notas musicales. Ahora bien, si pensamos en la Teoría de Cuerdas, una teoría de la Física Teórica, podemos ver que hay partículas elementales (electrón, fotón, quark, etc.) que no son de carácter puntual como clásicamente se conocen, sino que se presumen como estados vibracionales de un objeto más básico, llamado cuerda o filamento. Dicha teoría conjetura que cuando las cuerdas vibran, éstas crean algún tipo de partícula en el modelo estándar clásico de la materia.
Podemos decir que las cuerdas dan origen a las partículas elementales.
En una secuencia de escalas, con la Teoría de Cuerdas en mente, podemos decir que las cuerdas dan origen a las partículas elementales. Éstas, a su vez, componen los átomos cuya adición a otros átomos componen moléculas, las cuales al final terminan haciendo la materia macroscópica o a nosotros mismos. Bajo este supuesto la comparativa es que, en el mundo de Tolkien, el origen de todo fue dado a través de la música, que con sus notas emergían los mundos, la naturaleza, sus seres y objetos. La Teoría de Cuerdas plantea la emergencia de las partículas de la materia, a través de una “música” especial: vibraciones de cuerdas diminutas. Tolkien bosquejó la creación y origen de su universo y sin querer lo hizo casi como la Teoría de Cuerdas supone.
Posiblemente sea una coincidencia o una comparativa absurda, pero no deja de ser interesante ver la creación a partir de ideas de literatura y física. Así como Borges, en El jardín de los senderos que se bifurcan, coincide casi al pie de la letra con la interpretación de la mecánica cuántica llamada interpretación de los mundos paralelos, Tolkien se adelanta a la Teoría de Cuerdas concibiendo la creación del universo a partir de notas musicales. C2