Zygmunt Bauman ha muerto hace unos días. Fue un enorme intelectual de nuestros tiempos y, sin embargo, un ser humano frágil, ligero y humilde. Tal vez una paradoja más de la vida. Vivió una vida asombrosa que lo convirtió en una persona asombrosa.
Su mente, su empatía a toda prueba, sus emociones, brillan con toda fuerza y claridad en sus escritos. Algunos piensan que hablaba de desolación sin esperanza; por el contrario, iluminó a las personas para encontrar el camino hacia una sociedad más acogedora.
Cuando se piensa que una persona de años ya está en retirada, nos asombró con sus ensayos.
Le tocó vivir hasta los 91 años y en sus últimas décadas nos dejó páginas memorables. Cuando se piensa que una persona así ya está en retirada, nos asombró con sus ensayos. El gran tema es si tendremos la capacidad de hacer algo con el legado que nos deja, justo cuando lo necesitamos más, porque distintas formas de oscurantismos nos han invadido en esta época que él llamó, metafóricamente, la modernidad líquida.
Entre sus obras se destacan “La modernidad líquida” (2004); Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (2005); “Europa, una aventura inacabada” (2006); Ética posmoderna (2006); Tiempos líquidos (2007); Vida de consumo (2007), y Libertad (2008).
Bauman pensó sociológicamente nuestro tiempo y nos describió los daños profundos y colaterales que nos toca vivir. Teorizó acerca de un modo diferente de enfocar el análisis de la modernidad. Hizo un giro conceptual desde la oposición modernidad vs posmodernidad, hacia el pasaje de una modernidad “sólida” a otra “líquida”. Fue central su preocupación por la convivencia de los “diferentes”, los “residuos humanos” de la globalización: emigrantes, refugiados, pobres. Sus libros hablan de este mundo cruel y desigual.
Catalogó el “síndrome consumista” como la exaltación de “la rapidez, el exceso y el desperdicio”. “Poblar el mundo con personas que se interesen por los demás no figura en el mapa de la utopía consumista”, denunció Bauman en sus textos.
Sostuvo que lejos han quedado los vínculos firmes, sostenidos en el tiempo, y las preferencias culturales que orientaban casi toda la trayectoria vital y permitían predecirla. Para él, la “modernidad líquida” revela que el cambio es lo único permanente y la incerteza la única certeza. La vida moderna puede adquirir diversas formas, pero lo que las une a todas es precisamente esa fragilidad, esa temporalidad, la vulnerabilidad y la inclinación al cambio constante. Hoy navegamos en una realidad en la que las condiciones de la acción humana cambian antes de que se consoliden en roles y hábitos determinados. Es una vida desanclada.
Un capítulo especial lo dedicó al análisis de lo digital. Para él, entre los daños más analizados y teóricamente más nocivos de la vida online están la dispersión de la atención, el deterioro de la capacidad de escuchar y de la facultad de comprender, que llevan al empobrecimiento de la capacidad de dialogar.
El tono narrativo de su obra, el que adopta en sus interpretaciones y análisis es ciertamente oscuro. Algo que contrasta con sus intervenciones públicas, en las que a menudo resalta las posibilidades que aún tenemos de reorientar el proceso de globalización mediante la acción política desde distintas instituciones.
Tuvo la valentía de razonar en primera persona, incluso moralmente, sin esconderse y de cara a la historia.
Tuvo la valentía de razonar en primera persona, incluso moralmente, sin esconderse y de cara a la historia. Fijó la mirada atenta en un territorio, más allá del vistazo efímero al que cada vez estamos acostumbrados. Interpretar y contar un relato sobre aquello que ocurre, por impreciso y aproximativo que éste sea, es mucho más valioso que no hacerlo. Lo que tan sólo ocurre apenas nos afecta, se olvida con el paso del tiempo, pero el relato de lo que ocurre es decisivo porque se inscribe en la percepción consciente de lo que ya no puede ser dejado de lado colectivamente.
La estrategia de carpe diem es una respuesta a un mundo vaciado de valores que pretenden ser duraderos, sugiere Bauman. Esta estrategia está bien plasmada en la película de 2003 de Penny Woolcock, The Principles of Lust, en la que el protagonista se siente atraído por un personaje demoníaco que rechaza el compromiso de cualquier tipo y vive con un credo de gratificación instantánea y desechable.
El individuo intenta integrarse a un nuevo tipo de sociedad, global, pero sin identidades fijas, por lo que debe crearse distintas y cambiantes máscaras para encontrar su lugar en ella, siempre voluble. Dado lo escurridizo de esta nueva forma de identidad, nos encontramos dependiendo cada vez más del otro para confirmarla y “ser vistos”.
No se sabe cómo colocar las biografías individuales en el contexto de un todo mayor. La tradición se ha convertido en una colección de historias desencantadas. En muchos sentidos, el “yo” de ahora tiene poca relación con el “yo” de hace varios años. Lo diacrónico ha dado paso a lo episódico. Es difícil sostener una identidad coherente en el tiempo.
Vivimos en un mundo en el que la naturaleza humana pierde su fuerza orientadora. Las formas de actuar de las personas envejecen rápidamente, pronto se vuelven obsoletas y lo que hoy es una virtud mañana será una desventaja o un vicio. El curso de las acciones y sus límites se podría decir que son difíciles de predecir.
Es indudable que en la vida líquida hay mayor bienestar, acceso al consumo de información y bienes.
Es indudable que en la vida líquida hay mayor bienestar, acceso al consumo de información y bienes; pero al mismo tiempo se experimenta una intensa sensación de que mañana se podría estar a la intemperie. Vivimos, ejemplificó Bauman, como si camináramos sobre hielo, como si la única forma de mantenernos en pie y avanzar fuera la de ir cada vez más rápido, dando un paso lo más pronto posible, antes de que el desequilibrio llegue. El descanso no es posible, simplemente hay que seguir y seguir. Son ambientes fríos y pragmáticos y si hay algo de solidaridad, se puede conceptualizar con lo que señala Richar Rorty: “esperanza egoísta común”, una peculiar clase de ética de los mínimos.
Las verdaderas heroínas olvidadas de la modernidad son las personas que cotidianamente, casi de forma testaruda y absurda, se empeñan en reparar cada día los desperfectos del día anterior, sean éstos materiales o inmateriales, y en reciclar pacientemente lo que la vida les ha puesto entre las manos. Estas personas son heroínas invisibles.
En síntesis, la metáfora de la liquidez, propuesta por Bauman, intenta dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos.
En síntesis, la metáfora de la liquidez, propuesta por Bauman, intenta dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones. Es un tiempo sin certezas, donde los individuos que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se hallan ahora en la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad demanda.
Vivir sin esperanza en estos tiempos oscuros, como los llamó Hannah Arendt, dijo Bauman, es difícil, e igualmente difícil vivir con una esperanza no anclada, no atada a un tiempo y un lugar determinado. Es como vivir con espíritu sin cuerpo. Entonces, surge la prueba de validación: ¿En qué se apoya la esperanza?, ¿qué pruebas se tienen para respaldarla?
En su último ensayo, Extraños llamando a la puerta, hace una lúcida e incisiva reflexión sobre los refugiados.
En su último ensayo, Extraños llamando a la puerta, hace una lúcida e incisiva reflexión sobre uno de los temas más candentes de la agenda política mundial: los refugiados. En él hace gala, al igual que en el resto de su obra, de lo que él mismo tildaba de “pesimismo esperanzado”, según él no era optimista, pero tenía esperanza. Aclarando que hay una diferencia entre optimismo y esperanza. El optimista analiza la situación, hace un diagnóstico y dice, por ejemplo, hay un veinticinco por ciento de posibilidades, etc. Él decía algo distinto, tengo esperanza en la razón y la consciencia humana, en la decencia.
Agregó que la humanidad ha estado muchas veces en crisis, y siempre ha resuelto los problemas. La única verdadera preocupación es cuántas víctimas caerán antes. En este contexto, estimaba que no hay razones sólidas para ser optimista, y cerró su argumento diciendo: “Pero Dios nos libre de perder la esperanza”. C2
María I. Zamorano -
Excelente análisis sobre el pensamiento de Bauman. El artículo es claro, dinámico y profundo a la vez. Muy buen recurso para los docentes.